La justicia, al ordenar que vuelva a funcionar la zona de tráfico restringido de Madrid Central, ha venido a calmar una situación que se estaba complicando de una manera extraña. La historia es larga. Hace quince años, gobernando la capital el Partido Popular, se creó la primera APR (Área de Prioridad Residencial) en el Barrio de las Letras, un barrio en el sur del distrito Centro. En la APR solo podían circular los residentes y los que tuvieran algo que hacer importante en el barrio, previo permiso. La cosa funcionó y poco a poco se extendió a tres zonas más. Como las cuatro APR copaban ya la mayoría del distrito Centro, era lógico unirlas, redondear su perímetro y crear una gran APR. Este es el sencillo origen de Madrid Central.
No es una medida “izquierdista” (su origen es justamente “derechista”) ni organizada apresuradamente (lleva 15 años de ensayos). Tampoco arruina a los comerciantes del interior del perímetro de restricciones de tráfico (es más bien al revés) y por supuesto no eleva la contaminación (hay pruebas fehacientes en contrario). Es una medida técnica (de gran impacto, eso sí) del mismo calibre que el alcantarillado o los semáforos.
Todas las ciudades del mundo están haciendo algo parecido, con fórmulas diferentes (se puede consultar este artículo para ver lo que están haciendo las capitales europeas). Lo que ocurre es que hemos llegado a una situación de crisis, completamente insostenible. Las ciudades no pueden aceptar que la mayoría de su espacio urbano esté ocupado por los coches, que además producen la mayor parte de la contaminación, el ruido y los accidentes que tienen que soportar los ciudadanos. Llegada la crisis, hay que verla como una oportunidad, y en ello estamos. La creación de zonas de bajas emisiones en las que el coche no puede entrar es una pieza clave, pero no la única: otras son el aire acondicionado en el transporte público, la proliferación de vehículos compartidos, desde patinetes a coches de cinco plazas y la reducción de la velocidad máxima a 30 km/h o incluso menos.
Madrid Central, que no es para tanto –reservar algo más de 400 hectáreas de una ciudad como área de tráfico restringido no es nada del otro mundo– se estaba convirtiendo en una cause célèbre, un arma arrojadiza, una agria polémica. Por un lado el nuevo gobierno municipal tenía que cumplir su promesa electoral, revertir Madrid Central estaba en un lugar destacado de su programa. Por otro lado, no sería fácil de explicar en Bruselas por qué una gran ciudad carece de zonas de bajas emisiones.
Algunas actuaciones de devolución de la ciudad al dominio del coche (reversión) ya se han hecho en Madrid, una en la calle Galileo y otra en la avenida de Extremadura. La actuación de la calle Galileo era minúscula, un trozo de calzada de 50 x 3 metros que se pintó de amarillo y se dispuso con bancos y macetas. Ahora ha vuelto a su función original, acoger 19 plazas de aparcamiento. La reversión de la avenida de Extremadura ha consistido en eliminar todos los semáforos que la jalonaban. Resultado: una calle se ha transformado en una autopista urbana. El mensaje de estas dos actuaciones es claro: las calles son de los coches y así seguirán hasta el fin de los tiempos.
Pontevedra, Oviedo, San Sebastián, incluso Barcelona, están organizando zonas peatonales, super-islas, pacificación del tráfico y otras medidas en la misma línea. Pero el centro del centro, el cogollo de Madrid, parecía que otra cosa. Las áreas pequeñas de restricción del tráfico como la del barrio de las Letras eran simpáticas y folclóricas, pero acotar un distrito entero es algo que hizo saltar las alarmas. Madrid Central se encrespó de mala manera. Una medida técnica de salud pública se llegó a considerar como el frente de batalla entre el sistema y los antisistemas, los pro-coches y los enemigos de los coches, el bien y el mal, la luz y la oscuridad. Ahora el Juzgado nº 24 de Madrid ha arrojado un buen chorro de agua fría sobre esta cuestión, y parece que podremos ponernos a trabajar en serio en mejorar Madrid Central y comenzar a concretar las medidas que han de ponerse en marcha en los diferentes distritos de la ciudad.
Jesús Alonso Millán
Deja tu comentario
Debe iniciar sesión para escribir un comentario.