Corría el año 1971 cuando, el 21 de septiembre, fue inaugurada oficialmente la central nuclear de Santa María de Garoña. El general Franco aprovechó su viaje de regreso a Madrid tras sus vacaciones en Donostia/San Sebastián para hacer una parada en la central, descubrir la placa conmemorativa y pulsar el botón que la puso en funcionamiento. El ministro de industria, José María López de Letona, mirando fijamente al dictador, dijo: “esta central pone de manifiesto la voluntad decidida de España de estar presente en los sectores de punta, de trabajar con la tecnología más avanzada”.
En febrero de 2017, 46 años después, el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) ha dicho oficialmente que la central, que terminó su vida útil en 2012 (40 años después de su puesta en funcionamiento, como marca la ley) podría volver a funcionar si Nuclenor, la empresa propietaria acepta y pone en práctica la lista de actuaciones necesarias “antes de que en el reactor se produzca una reacción nuclear en cadena automantenida” dice el CSN. De manera que la pelota está ahora en el tejado de Nuclenor (propiedad al 50% de Endesa e Iberdrola).
La lista de actuaciones necesarias es larga y algunas, incluso en lenguaje técnico, asustan. Nuclenor deberá mejorar la protección contra incendios, implantar una serie de “medidas post Fukushima” (así en el texto), asegurar que es capaz de gestionar “grandes cantidades de agua contaminada” radiactiva, asegurar que dispone de un suministro de agua independiente para el caso de sequía en el río Ebro (lo que ya ocurrió el verano de 2006), garantizar la posibilidad de una parada remota de la central y del abandono de la sala de control (en caso de accidente nuclear grave, se entiende), revisar el PIEGE (Plan Integrado de Evaluación y Gestión del Envejecimiento) de la central, construir un nuevo edificio de hormigón a prueba de terremotos que contenga el sistema de tratamiento de gases de la central, etc.
Si Nuclenor realiza todos estos cambios, el CSN tendrá que revisarlos antes de dar su visto bueno a la puesta en marcha de la central. Y ahora habría que preguntarse si vale la pena. Tal vez los números financieros cuadren, pero el sentido común nos dice que volver a encender una instalación nuclear construida hace medio siglo y que lleva apagada cinco años es absurdo, por muchas razones. He aquí algunas:
• Como bien dice el CSN, estamos en la era post Fukushima. El informe del CSN describe una instalación obsoleta que habría que parchear por todos lados.
• Se dice que las hidroeléctricas y las nucleares producen la electricidad más barata, pero no se dice que las centrales hidroeléctricas construidas hace más de medio siglo siguen ahí, funcionando sin problemas y sin necesidad de que un supuesto Consejo de Seguridad del Agua emita informe alguno (sí hay una estrecha vigilancia de la seguridad de las presas).
• Podemos seguir comparando las hidroeléctricas con las nucleares. Aparte de algunos detalles técnicos, podríamos cerrar Aldeadávila o cualquier otra gran central hidráulica mañana por la tarde e irnos a cenar después. Una central nuclear no se puede cerrar así como así, hay que emprender un complejo proceso de desmantelamiento que puede durar décadas.
• Siguiendo con la comparación hidro-nuclear, las centrales atómicas no usan agua fresca y corriente, sino un combustible fabricado tras un complejo proceso de refinado de mineral de uranio. Parte del mineral de uranio de las centrales españolas se extrae de una zona de guerra, el noroeste de Níger (oficialmente el país más pobre del mundo), donde soldados franceses defienden las ricas minas de uranio de los ataques procedentes del vecino Mali.
• La energía nuclear como parte de la mezcla energética española (de la electricidad) alcanzó casi el 40% en 1989, y desde entonces ha descendido hasta el 20%, estable desde hace años por la reducción general del consumo asociado a la crisis. Un sistema eléctrico sin nucleares es algo a lo que vamos encaminados desde hace un cuarto de siglo.
• La mezcla renovable está demostrando ser capaz de garantizar el suministro eléctrico, si se añade más potencia eólica, de biomasa y sobre todo solar a la ya existente, y se acelera la construcción de sistemas de almacenamiento de energía. Poner en marcha varias centrales eólicas costeras sería mucho más útil que volver a encender la renqueante central de Garoña.
• Dejar extinguir las nucleares una por una, a medida que cumplen los 40 años, es la opción más razonable para disfrutar de una mezcla eléctrica 100% renovable dentro de 10 años, justo cuando expira la licencia de Trillo I, la última central nuclear construida en España.
Habría una consideración más de carácter general. La energía nuclear ha cumplido su parte durante décadas, pero ahora no encaja de ninguna manera en el modelo energético sostenible (seguro, descentralizado, limpio) qué se supone que estamos construyendo. Y no olviden reducir su consumo de energía en el hogar y el transporte, es una buena manera de avanzar hacia la era post nuclear.
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