El jefe de la diplomacia de la Unión Europea ha pedido públicamente a los europeos que bajen la temperatura de la calefacción, especialmente los que tienen calefacción por gas natural. Es una novedad, hasta ahora esa recomendación la hacía regularmente la dirigencia ambiental de la UE. La idea de Josep Borrell no es reducir las emisiones de CO2 ni rebajar la factura energética de las familias, sino bajar los humos a Rusia. Todos los días, 660 millones de euros viajan desde la UE a la Federación Rusa para pagar el gas natural que calienta las casas europeas (la cifra varía, pero es enorme), y con esa jartá de dinero los rusos, además de cubrir otras necesidades, compran armas y abastecen a su ejército, el mismo que invadió Ucrania el triste 24 de febrero de 2022. Es muy conocida esta frase atribuida a Napoleón: «para ganar la guerra se necesitan tres cosas: dinero, dinero y dinero». Si la UE no compra gas natural a Rusia, no hay dinero –o hay menos–, y por lo tanto no hay guerra. Sería una especie de racionamiento voluntario de la energía, justificado por el conflicto bélico.
Las restricciones asociadas a la guerra tienen una historia larga y profusa, desde el cerco de Numancia, un poco antes de Cristo, a la campaña para ahorrar gasolina en Estados Unidos de 1943, que usó el original mensaje «Si vas solo en tu coche, llevas a Hitler de pasajero», sobreimpreso en un cartel que mostraba a un conductor despreocupado al volante de un descapotable con un Hitler fantasmal bastante contento sentado a su lado. El mensaje era claro: todo litro de gasolina no quemado en un coche civil era un litro más de gasolina para el esfuerzo militar de los EEUU. La cultura de ahorrar combustible, alimentos, ropa y cualquier cosa imaginable llegó a extremos difíciles de imaginar durante la segunda guerra mundial. Carteles y mensajes radiofónicos exhortaban al personal a no desperdiciar ni un gramo de comida –y a cultivar huertos en azoteas y balcones–, a llevar a reciclar hasta la última partícula de metal, huesos, trapos, botellas y envases en general, a sustituir la carne y el pescado por vegetales ricos en proteínas y muchas cosas de este estilo.
«Es nuestra lucha. Es nuestra segunda guerra mundial» dijo Alexandria Ocasia-Cortez, la principal portavoz del New Green Deal, en un mitin televisado en directo en 2019. Se refería a la lucha contra el cambio climático. El caso es que un número creciente de estudiosos está rescatando materiales de las campañas de colaboración ciudadana de entre 1939 y 1945, que sugerían por ejemplo ahorrar carbón para contribuir a fabricar más bombarderos (en Reino Unido) o sustituir los filetes por mollejas, riñones, hígado y casquería en general para aumentar la cantidad de chuletas a disposición de las fuerzas armadas (en Estados Unidos).
Los expertos se preguntan si estas técnicas usadas para que todo el mundo colaborase en derrotar a los nazis se podrían usar ahora para luchar contra la crisis ecológica global. El mensaje del jefe de la diplomacia de la UE añade otra inquietante perspectiva: bajar dos grados el termostato, además de reducir las emisiones contaminantes y ahorrar dinero, es un gesto que también puede servir para derrotar a un enemigo. Teniendo en cuenta que la UE no está en guerra con la Federación Rusa, no vamos a contribuir a derrotar a nadie. Pero si bajar dos grados el termostato contribuyera a acortar la guerra y a acelerar la llegada de una paz justa, ¿quién no lo haría? Luchar contra la guerra, luchar contra el cambio climático , ¿pueden ser la misma cosa?
Jesús Alonso Millán
Fotografía: Jenny Ueberberg en Unsplash
Si vas solo en tu Falcon el piloto es Putin.