Los datos
Según el estudio internacional publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), si los países no ponen en marcha las medidas tomadas por el acuerdo de la COP21, el nivel del mar aumentará de 60cm a 130cm en el año 2100. Pero, lo peor es que, aunque empiecen ahora, el nivel del mar aumentará de manera inevitable (de 20 a 60cm). Las cifras, las hemos entendido. Pero lo que se desconoce o que se suele olvidar es que, detrás de las cifras, de las restricciones o regulaciones – y medidas internacionales muy superficiales – hay una parte de la población mundial que ya está sufriendo y obligada a desplazarse; los “refugiados climáticos”. A pesar de la COP21 – que supone limitar los efectos del cambio climático, los países todavía no han reconocido esa categoría de refugiados. Mientras los países europeos se preguntan cómo gestionar la “crisis de los refugiados”, ni siquiera se focalizan en resolver las verdaderas causas de esos desplazamientos masivos.
La realidad humana
¿Por qué es preocupante? Porque detrás de los datos hay seres humanos.
Está claro que, a nosotros que vivimos en Madrid, no nos afectará directamente – a lo mejor nos acercará al mar – pero la vida de muchas personas depende de ese cambio terrible. El sitio web AZTEC propone una lista de las 10 islas más amenazadas por la subida de las aguas. Entre ellas, algunas ya han sufrido la desaparición de una parte de su territorio y, ese fenómeno seguirá empeorando dando que la mayoría de esas islas no alcanzan los 5 metros de altura – con 2 metros sobre el nivel del mar, las Maldivas representan el lugar del mundo con menor altura.
Las consecuencias de la subida del agua no son sólo la pérdida de los territorios, sino también la contaminación de las fuentes de agua dulce por la sal o los desagües; o sea, la imposibilidad de tener condiciones de vida saludables.
Además, surge algo poco conocido; el cambio climático es una de las primeras causas de conflictos armados. ¿Sabéis que, en 2010, hubo una gran sequía en Siria? Y, en marzo de 2011 empezó la guerra civil. La sequía afectó al noroeste del país y, las primeras revueltas empezaron en esa misma zona. La falta de agua potable para el uso doméstico o para el ganadero llevó a conflictos entre la población y muchos se vieron obligados a desplazarse… Aquellos acontecimientos (combinados a otros de tipo social, económico o religioso) llevaron a una desestabilización cada vez mayor del país.
¿Y ahora qué? Ahora, Europa se pregunta cómo gestionar la “crisis de los refugiados” sin reconocer el estatuto de refugiado climático; ni en el protocolo de Ginebra de 1951 (convención sobre el estatuto de los refugiados), ni en otras leyes a nivel europeo – mientras que, hoy en día representan la mayoría de los refugiados (Según ACNUR – Agencia de la ONU para los refugiados, alrededor de 25 millones de personas en el mundo se han visto obligadas a desplazarse de sus lugares de origen por motivos medioambientales).
No obstante, vemos que los países pueden actuar por su propia cuenta, como ya lo hicieron Suecia o Finlandia, reconociéndolos, al nivel nacional.
Un caso emblemático
El convenio de Ginebra definió un refugiado como una persona que “debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de su país; o que careciendo de nacionalidad y hallándose, a consecuencia de tales acontecimientos fuera del país donde antes tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos temores no quiera regresar a él». A pesar de esa definición, que no toma en cuenta los acontecimientos medioambientales como causa de salida de un país, Iaone Teitiota fue el primer hombre – con su familia – en pedir el asilo climático a otro país. En su caso fue Nueva Zelanda, que lo rechazó. Temen la desaparición de una parte del territorio dónde viven (Kiribati) y sufren la escasez de agua potable, lo que engendra problemas de piel para sus tres hijos. Pero la familia de Teitiota no “cabe” en la definición de “refugiado” aunque su vida está en peligro. El caso de Iaone Teitiota no es el único pero es emblemático para subrayar la falta de consciencia y de respuestas por parte de las instancias mundiales en cuanto a aquellas situaciones.
Hoy en día hablamos de millones de personas, pero ACNUR ya habla de 1.000 millones de refugiados climáticos en los próximos 50 años. ¿Y qué pasará cuando países enteros, con sus familias, sus instituciones, su gobierno, pidan asilo climático por desaparición de su propio país? ¿Cómo y dónde van a vivir o gobernar? ¿No piensas que contribuirá a desestabilizar la “paz” mundial? La comunidad internacional tiene que actuar rápidamente para reducir los impactos desastrosos que ya implica el cambio climático y los ciudadanos tienen que adoptar un modo de vida viable para todos.
Elvina Mocellin
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