La foto de la firma de la orden ejecutiva presidencial “Carbon Forever” (oficialmente Presidential Executive Order on Promoting Energy Independence and Economic Growth) resume bien el clima del momento: El jefe de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, Scott Pruitt, le alarga un bolígrafo al presidente Trump, que firma airosamente la orden rodeado de un montón de hombres robustos sin corbata, los mineros del carbón. Unos minutos antes, el presidente de los Estados Unidos había dicho textualmente: “Se acabó la guerra contra el carbón. Vamos a tener carbón limpio. Carbón muy limpio”. Ya está, toda la política buenista y pro-renovables de la anterior administración tirada por la borda.
Esta luctuosa escena muestra un movimiento a la desesperada del complejo energético fósil-nuclear, que ve cómo las energías renovables le siegan la hierba bajo los pies. Uno de sus principales argumentos para prolongar el modelo fósil es el extraño concepto de “carbón limpio”. Además de la colocación de filtros y otras técnicas para reducir en lo posible la salida de compuestos tóxicos de las chimeneas, consiste en ganar dinero quemando carbón y petróleo y volver a ganar dinero secuestrando el CO2 emitido a la atmósfera. Incluso se puede volver a ganar dinero por tercera vez vendiendo el CO2 como materia prima de combustible para coches. Las grandes compañías de energía fósil están encantadas con el concepto.
Otro punto fuerte de las energías fósiles y del carbón en concreto es el concepto de “energía nacional”. Casi ningún país carece de algo de carbón en alguna parte. Es energía procedente del interior de la patria, que podemos extraer y usar cuándo y cómo nos dé la gana. Este argumento es una cortina de humo. Luego, en la práctica, sale a cuenta importar carbón desde 18.000 km, como ocurre en España con el carbón de Indonesia. En realidad lo que le gusta más al complejo fósil-nuclear es la sensación de poder mundial de gestionar redes de yacimientos de petróleo, gas, carbón y uranio repartidos por los cinco continentes y conectados por rutas geoestratégicas guardadas por portaaviones y destructores.
Y una razón poderosa para continuar con el sistema fósil-nuclear es de tipo social y político.
El carbón se quema en grandes centrales térmicas, enormes instalaciones que se pueden controlar estrechamente y que distribuyen energía eléctrica a millones de hogares. Sólo el Gobierno tiene acceso al interruptor de encendido o apagado. El sistema energético fósil es rígido y centralizado, perfecto para tener bien sujeta y controlada a la población. También requiere seguridad armada, para mantener a salvo las instalaciones.
En comparación, las energías renovables no ofrecen gran cosa de interés y son claramente más flojas. Las ceremonias de firma de Planes de energías limpias parecen fiestas jipis, nada que ver con la sobria virilidad de la ceremonia de la Orden ejecutiva del carbón del 28 de marzo de 2017, como se puede ver en este vídeo oficial.
Desde el punto de vista del complejo fósil-nuclear, las energías renovables presentan muchos problemas, por ejemplo estos tres:
Dan menos dinero. Las renovables son, desde el punto de vista financiero, bastante aburridas. Una vez que está construida la central, hay que pagar el mantenimiento, pero no el combustible, que sale gratis. La electricidad producida, en consecuencia, se abarata cada vez más. Y hay poco más que contar.
Las renovables se producen dentro del país, como el carbón nacional, pero esta vez es verdad, no sale a cuenta en general importarlas de lejanos países. En realidad, lo ideal es producir la energía renovable en el tejado de la casa donde se va a consumir. Olvidaros de rutas geoestratégicas.
Y lo peor: las renovables se pueden producir en enormes centrales, pero tienen una tendencia imparable a multiplicarse en pequeñas instalaciones, aerogeneradores urbanos, placas fotovoltaicas en los tejados, digestores de biogás, etc. etc. Cientos de miles de pequeños puntos de producción de energía son difíciles de controlar, no se pueden encender y apagar de golpe. Peor todavía, las renovables tienden al autoconsumo, pequeñas células autosuficientes de producción y consumo de energía, la pesadilla de cualquier gobierno. En España hubo que parar los pies al autoconsumo con un decreto.
En conclusión, las renovables son efectivamente el presente y el futuro de la energía. No hay vuelta atrás. La orden ejecutiva del 28 de marzo no es más que una medida a la desesperada que pretende volver al siglo XVIII, cuando se comenzó a quemar carbón en cantidad en Inglaterra. En este preciso momento la mayoría de los estados y las empresas de todo el mundo, incluso en los Estados Unidos, están organizando instalaciones de energía renovable, han hecho números y les sale rentable. Hasta puede que, en España, algún día se cancele el decreto de penalización del autoconsumo.
Jesús Alonso Millán
E las energías guías renovables son el presente y el futuro y el autoconsumo es lo mejor. Todo lo referido a compudtiblr fósil se debe descartar y que la tecnología de carbón limpio debe ser para disminuir el CO2 de la atmósfera ya más nada. Al mismo tiempo todos volver verde el planeta y así podemos ir desacelerando el cambio climático global.
Que las renovables son el futuro, totalmente de acuerdo. Incluso el presente. Pero de ahí a su teoría conspiratoria, va un trecho.
Si usted sabe como hacer para que se garantice el suministro a todas horas en todos los hogares sin que haya que mantener redes de distribución( y pagarlas) y sistemas de generación convencionales para que cuando no haya sol o viento tengamos electricidad, no se lo guarde parea usted. Compartalo!. Seguro que todos los gobiernos del mundo están encantados de escucharle y habrá solucionado una gran problema de la humanidad.