Fotografía: Old Book Illustrations
Hacia 1700, ya no quedaban bosques en Inglaterra, por lo que hubo que recurrir al carbón para calentar las casas. Londres estaba ya en 1750 “sumergido en el pecado y en el humo de carbón mineral”. Desaguar las minas de carbón en el húmedo clima inglés exigía gran cantidad de energía, que las norias tiradas por caballos apenas podían proporcionar. Las bombas de vapor salvaron la situación. Pronto se vio que quemar combustible para producir trabajo útil a través de fluidos de alta temperatura se podía aplicar a casi cualquier máquina, incluyendo a los carruajes. Así surgió nuestra civilización.
En el año 2017, dos siglos de quemar billones de toneladas de carbón, petróleo y gas han inyectado una enorme cantidad de gases no deseados en el aire de nuestro planeta. La situación es parecida a la de Inglaterra en 1700. En este caso, lo que se acaba es la capacidad de la atmósfera para absorber sin perturbaciones esa enorme cantidad extra de CO2 y otros gases de efecto invernadero. No conocemos con exactitud la naturaleza de estas perturbaciones, pero sabemos lo suficiente para saber que serán tan desagradables que deberíamos cortar tajantemente la emisión de estos gases. Es decir, dejar atrás el modelo energético basado en la combustión de combustibles fósiles y pasar a otro basado en la captación de energía de la maquinaria atmosférica: viento, agua, sol y biomasa principalmente. Así como construir un ecosistema energético muy eficiente capaz de reciclar continuamente la energía.
La civilización basada en quemar cosas está dando sus últimas boqueadas, con iniciativas como el carbón limpio o los motores de gasolina ultraeficientes. Nada de esto es el futuro, sino tentativas de alargar una situación insostenible. Como dice el popular dicho sioux, si notamos que estamos montando un caballo muerto, la estrategia más adecuada es desmontar inmediatamente. Ahora mismo estamos perdiendo tiempo evaluando si el caballo está realmente difunto o solo poco animado, si podríamos reevaluar el concepto de “muerto”, si podríamos optimizar la montura de caballos cadáveres, etc. (se puede ver aquí la lista completa).
El intento más logrado de seguir cabalgando el caballo muerto de las energías fósiles es el mito del “mix” equilibrado de energías. Viene a decir que todas las energías son necesarias, no se puede prescindir de ninguna. En la práctica funciona así: en nuestra dieta energética deben participar de manera importante dos elementos: los combustibles fósiles y la nuclear. Luego, si queda hueco, dejaremos algo de sitio para las renovables, que son energías inseguras (el sol no brilla de noche, a veces no hay viento, etc). Este mito olvida que es el ”mix” equilibrado de renovables (básicamente sol, viento, agua y biomasa) el que garantiza un abastecimiento completamente seguro y sin interrupciones de energía.
Queda mucho trabajo por hacer para que podamos tener un sistema energético eficiente y 100% renovable, hay que resolver muchos problemas, como pasó en Inglaterra cuando se empezó a utilizar el carbón como fuente de energía para las máquinas. Si James Watt, uno de los padres de la máquina de vapor allá en 1784 viviera hoy, no dedicaría mucho tiempo a tecnologías obsoletas: estaría trabajando en las tecnologías solares de alto rendimiento, procesos de mejora de la eficiencia o gestión inteligente de las centrales virtuales renovables.
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