1. No es pechuga de pavo, es un preparado de pechuga de pavo que contiene un determinado porcentaje de pechuga de pavo.
Generalmente, este porcentaje va desde un 65% a un 85%. El 15-35% restante no queda muy claro de qué se compone. Parte es agua. Otra parte puede ser dextrosa (azúcar), almidón, etc. El conjunto va adobado con estabilizantes, conservantes, antioxidantes, etc.
2. Sin grasa.
No es bueno comer alimentos “sin grasa”, a no ser que el médico te lo haya prohibido tajantemente por alguna grave enfermedad. Controla tú mismo la cantidad de grasa que quieres ingerir. Cómete un torrezno (a ser posible de Soria) de vez en cuando y huye de los insípidos alimentos “sin grasa”.
3. Bajo en sal.
Como arriba. A no ser que tu vida esté en peligro, controla tú mismo la cantidad de sal que ingieres. Sugerencia: no eches sal a las comidas (excepto tal vez a las patatas cocidas). Verás que la comida está igual de sabrosa y te preocuparás menos de la sal oculta en los alimentos procesados.
4. Sin gluten.
La etiqueta “sin gluten” es parte de la histeria colectiva reciente contra este componente de los alimentos. Si no eres celíaco, no deberías preocuparte por si la comida lleva gluten o no. Pero han bastado un par de bestsellers alimentarios como “Cerebro de pan” para que los fabricantes se apresuren a poner la leyenda “sin gluten” en cualquier producto, venga o no a cuento.
En principio, la carne no contiene gluten, de manera que poner aquí sin gluten es como poner “sin lactosa” en una horchata de chufas (cosa que se hace también). Pero los aditivos que añaden a la carne de pavo para trucar el producto sí podrían contener gluten (si se trata de ciertas féculas, por ejemplo).
5. Sin lactosa.
Como arriba. La carne de pavo no debería tener lactosa en cantidad significativa, pero los aditivos que la hinchan y hacen pesar más sí podrían tener lactosa en su composición. Una buena explicación en este artículo del blog “Gominolas de petróleo”.
6. Sin fécula.
Las féculas son un aditivo muy tradicional de las carnes preparadas, pero el fabricante no debería alardear de que sus productos no lleven féculas, simplemente no debería ponerlas.
7. Oferta: 1 €.
Esta es una clásica oferta-trampa en la que todos hemos caído. Un euro por una cierta cantidad de comida parece un precio irresistible, pero en realidad resulta caro. Un profundo estudio con el papel higiénico demostró que los ricos lo compran a menor precio que los pobres: pueden comprar paquetes más grandes con menor precio por unidad, esperar a las ofertas, etc. Lo mismo pasa con los sobres de comida a 1 €, es mejor comprar mayores cantidades eligiendo bien el momento.
Queda mejor “siete errores” que “ocho errores” pero el color rosa también lleva lo suyo. De un tiempo a esta parte, agudos observadores han detectado la aparición de muchos envases de color rosa vivo en las estanterías de los supermercados. Parece ser que este color actúa como semáforo indicador de alimento “saludable”. Eso nos facilita las cosas: así es más fácil huir de estos productos de mala calidad y dirigir nuestros pasos a las estanterías de los torreznos (de Soria, no lo olviden), morcillas, lomos y demás delicatessen, muy sanas si se consumen con moderación.
Una pirámide de torreznos de Soria
Fotografía: A.D. Milara
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