Ha bastado una declaración pública del jefe de la EPA acerca del papel humano en el cambio climático para que todo el mundo se haya rasgado las vestiduras y expresado lamentos en diversos tonos: ¡el jefe de la EPA es un negacionista! Pero la verdad es que nos lo hemos buscado. Se lo hemos puesto en bandeja. En vez de trabajar por un modelo energético más sostenible, nos enzarzamos en discusiones bizantinas sobre si el hombre es o no el responsable de un cambio climático… que también se discute si existe o no.
Scott Pruitt, el jefe de la EPA, ha rematado su intervención diciendo: “We need to continue the debate and continue the review and the analysis”, que es como decir “gracias a Dios, podemos seguir discutiendo por los siglos de los siglos este asunto mientras seguimos quemando petróleo”. Y así va a ocurrir. Trescientos mil científicos firmarán un manifiesto afirmando que el cambio climático existe y está originado por la acción humana y trescientos científicos, muchos menos pero igualmente influyentes, dirán lo contrario. Ambas partes se arrojarán datos, desde el gráfico en forma de palo de hockey a la evolución de la población de osos polares, y así seguiremos.
Una posible solución sería establecer la figura del objetor del cambio climático, es decir, de la persona o institución que se niega a debatir el asunto. Por ejemplo, eliminando toda referencia al CO2 en los planes de desarrollo de las energías renovables. Borrando la expresión “luchar contra el cambio climático” de todas sus publicaciones y declaraciones.
Esto es posible porque el modelo energético sostenible es mejor que el actual nuclear-fósil por muchas razones, tantas que no hace ninguna falta aludir a un discutible cambio climático. Es mejor por tres razones principales:
Es más limpio, nos ahorramos la emisión a la atmósfera de cantidades enormes de contaminantes como los óxidos de nitrógeno, el benceno, el dióxido de azufre, compuestos orgánicos diversos, metales pesados, etc. No se conoce a ningún negacionista de la toxicidad del ácido sulfúrico, por ejemplo.
Es más seguro, reducimos drásticamente el riesgo de apagones generales y accidentes catastróficos. Nadie puede negar que el peligro inmanente de una central nuclear es mayor que el de una central eólica, incluso hidroeléctrica. Al mismo tiempo, una miríada de pequeñas centrales conectadas es casi invulnerable a fallos generales, al contrario de una red de unas pocas enormes centrales. (A largo plazo, también reduciríamos los posibles riesgos climáticos que pudieran existir).
Es más barato, pues el combustible (sol, aire, agua, biomasa) es de origen local y los principales gastos aparte de la construcción son los del mantenimiento de las instalaciones. No hay que pagar por traer el carbón, el petróleo, el gas o el combustible nuclear desde miles de km de distancia.
Son tres razones suficientes para pasar del modelo fósil-nuclear al modelo renovable. Ni siquiera el jefe de la EPA, Scott Pruitt, puede negar ninguna de ellas. Lo que sí se puede debatir es si realmente las renovables son tan limpias (por ejemplo, ¿qué pasa con los paneles solares desechados?), si pueden funcionar por sí solas, sin energía fósil de respaldo (si llegara el triste día en que se nos acabe el sol, el agua, el viento y la biomasa al mismo tiempo), o si realmente son tan baratas (cada vez lo son más, pero algunas todavía cuestan un dinero). Ahí sí se puede debatir y demostrar la validez del modelo renovable una y otra vez, con hechos, sin necesidad de citar ni una sola vez el cambio climático. Por cierto, ¿qué es eso del CO2?
Imagen: https://gispub.epa.gov/air/trendsreport/2019/#highlights
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