Fotografía: Sebastián Faune en Pixabay
Ahora que estamos bajo confinamiento y pasamos la práctica totalidad del tiempo en nuestras casas, puede que nos hayamos dado cuenta de la importancia de algunos servicios fundamentales de los que esta dispone y que muchas veces damos por hecho. Por ejemplo, es el caso de la electricidad. Gracias a ella, podemos iluminar nuestra estancia, calentar el agua, hacer uso de los electrodomésticos y dispositivos electrónicos e incluso poner la calefacción. No podemos imaginar nuestra vida sin electricidad, pero ¿cómo llega a nuestras casas?
Lo primero de todo es que la energía eléctrica se tiene que producir, no se encuentra en la naturaleza como tal. Para su producción existen una gran variedad de métodos, algunos más populares y extendidos que otros, pero su forma de fabricación es prácticamente idéntica, lo único que varía es la fuente que se utiliza (combustibles fósiles, gas natural, agua, viento, luz, etc.). Excepto en los paneles fotovoltaicos, todos estos métodos se basan en lograr mover una turbina que, gracias a que está unida a un generador, convierte la energía mecánica en eléctrica.
En función de la naturaleza de la fuente que se utiliza para producir la energía se distinguen dos grandes grupos, las energías renovables y las no renovables. Las renovables son aquellas que cuyo uso no implica el consumo de un recurso, aprovechan fuentes de energía prácticamente infinitas (el viento en la energía eólica, el agua en la energía hidroeléctrica, la luz en la energía solar, etc.). Por otro lado, las no renovables generan energía a cambio del consumo de un recurso, generalmente combustibles fósiles, gas natural o uranio. Estos recursos no se encuentran en todos los lugares de la tierra y en muchas ocasiones vienen desde muy lejos, por ejemplo, el uranio procedente de Níger y el gas natural de Argelia. Este tipo de producción de energía (no renovable) está más extendido que las renovables, aunque poco a poco parece que va cambiando esta tendencia. Según datos aportados por Red Eléctrica de España, durante el 2019 la producción de energía eléctrica procedió en un 36,8% de energías renovables (siendo la eólica un 20,6%) y en un 63,2% restante de no renovables. Como podemos observar, la producción de energía eléctrica procedente de fuentes no renovables sigue estando más extendida, aunque poco a poco las renovables van ganando terreno.
Al margen de la procedencia y naturaleza de dónde se haya extraído la energía, una vez convertidas en energía eléctrica todas siguen el mismo camino. Después de la producción, llega la fase del transporte de la electricidad desde el lugar de producción al del consumo. Para recorrer las grandes distancias comprendidas entre las zonas de producción y consumo, mediante un transformador se dota a la corriente eléctrica de un mayor voltaje (entre 200.000 y 400.000 voltios), cuya conversión del voltaje permite minimizar las pérdidas eléctricas durante estos largos recorridos. El transporte de alta tensión se realiza a través de las grandes torres metálicas que podemos ver a lo largo de las carreteras. Una vez se ha acercado la electricidad a las inmediaciones de las zonas de consumo, esta debe convertirse de nuevo y reducir su voltaje a media tensión, lo que permite una infraestructura de menor tamaño y una mayor maniobrabilidad a la hora de situar los postes. Por último, antes de llegar al enchufe de nuestras casas, el voltaje se vuelve a reducir hasta una baja tensión o tensión de uso comercial, es decir, 230 voltios. Esta es la electricidad que finalmente consumimos y hacemos uso.
Como hemos visto, la electricidad recorre una gran distancia hasta llegar a nuestras casas pero, ¿podría cambiar este método en un futuro? Por supuesto, aunque dudo que llegase a desaparecer la infraestructura de alta tensión, al menos por ahora. Si el autoconsumo se instaurase en nuestra sociedad, por ejemplo, mediante el uso de paneles fotovoltaicos en cada terraza y azotea, se reduciría en gran medida la distancia que tendría que recorrer la electricidad. En esta hipotética situación, la distancia entre las zonas de producción y consumo serían mínimas, pero claro, esto solamente sería capaz de abastecer consumos domésticos. Con consumos domésticos, hago referencia al gasto cotidiano que podemos generar en nuestras casas, por ejemplo, gastos eléctricos derivados de la iluminación, dispositivos electrónicos, electrodomésticos, agua caliente, etc. Sin embargo, aquellos sectores con importantes demandas eléctricas, como el sector industrial o el de transporte (p.e. el metro), necesitarían una gran cantidad de electricidad para satisfacer sus necesidades, las cuales no podrían cubrirse con la energía generada mediante autoconsumo.
La energía renovable más factible a día de hoy para el autoconsumo, es la solar fotovoltaica, debido al pequeño tamaño de la instalación y a que esta solo necesita ubicarse en una zona en donde disponga de una buena cantidad de luz solar. Sin embargo, otras energías renovables capaces de generar grandes cantidades de electricidad, como la eólica y la hidroeléctrica, requieren de lugares específicos para su emplazamiento. Un parque eólico mal situado, aparte del impacto paisajístico que pueda generar, puede ser una auténtica ruina. Antes de instalarlos se debe estudiar en detalle varios factores, entre ellos, la dirección dominante del viento, su velocidad, frecuencia, etc. Además, el tamaño de la infraestructura es considerablemente grande, haciendo completamente inviable su ubicación cerca de las zonas de consumo (aunque modernamente se están desarrollando pequeños aerogeneradores verticales para uso en cualquier lugar). Por ello, no sería posible prescindir de estos largos trayectos de alta tensión, desde luego no en un futuro cercano. Sin embargo, sí que podría cambiar la procedencia de la energía eléctrica y aprovechar la infraestructura de alta tensión ya construida. De hecho, actualmente es la tendencia, en la que poco a poco se van abandonando los recursos más contaminantes procedentes de fuentes no renovables y van siendo sustituidas por energías limpias.
Siguiendo esta tendencia en la producción energética, favoreciendo el autoconsumo y consiguiendo mejoras en la eficiencia de los aparatos electrónicos, estaremos más cerca de poder disfrutar de ciudades prácticamente autosuficientes, aunque a día de hoy solamente lo podamos observar como una proyección de un futuro posible y mejor.
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