Ahora que el problema del cambio climático parece que ha calado en la sociedad actual, quizás sea el momento de comentar la cruda realidad. ¡Nos enfrentamos a más problemas ambientales!
A partir de los años 90, la búsqueda de un indicador objetivo que permitiera conocer el desempeño ambiental de productos y organizaciones se centró en el análisis de ciclo de vida como la mejor metodología a aplicar. Se trataba de tener una visión general del comportamiento ambiental de los productos que adquirimos o las organizaciones con las que trabajamos. En la elaboración de la huella ambiental se analizan y cuantifican diferentes impactos ambientales (cambio climático, uso del agua, acidificación, eutrofización, uso de recursos, impactos sobre la salud humana…) calculados a partir de metodologías contrastadas, con el objetivo de disponer de un informe lo más completo posible sobre el desempeño ambiental del elemento analizado.
Indicadores ambientales parciales como la huella de carbono o la huella hídrica son útiles, pero nos pueden llevar a conclusiones erróneas. Por ejemplo, el uso de energía atómica implica una baja huella de carbono y, sin embargo, todos somos conscientes de que la construcción y uso de centrales nucleares tiene un alto impacto ambiental.
En el análisis de ciclo de vida buscamos identificar y analizar los diferentes impactos ambientales derivados de los elementos y fases relacionados con un producto, desde las materias primas y componentes utilizados en su fabricación hasta el nivel de dificultad para el reciclado del producto o su envase, pasando por los procesos y consumos energéticos necesarios para su uso. La huella ambiental es el nombre asociado al estudio de los impactos ambientales de un producto, servicio u organización en el que se analizan, entre otros, parámetros como la afección sobre el cambio climático, el uso y contaminación del agua, el uso de recursos naturales…
La huella ambiental es, por tanto, el estudio más completo que podemos realizar actualmente sobre sostenibilidad. Y, aunque los resultados de estos informes sean a veces difíciles de entender para el consumidor final debido a la cantidad de información que ofrecen, la huella ambiental debería de convertirse en el nuevo indicador medioambiental estándar hacia el que orientar a los usuarios y las empresas.
Todo profesional del medio ambiente debería conocer los principios del análisis de ciclo de vida y el cálculo de la huella ambiental, más aún cuando la Comisión Europea está promoviendo de forma muy activa este indicador mediante la publicación de recomendaciones y la creación de grupos de trabajo que profundizan en la mejora de las metodologías aplicadas.
Desde la Fundación Vida Sostenible creamos documentación y cursos de formación relacionados con el análisis de ciclo de vida, la huella ambiental y la comunicación sobre los impactos ambientales de productos y organizaciones. E impulsamos el Sello de Huella Ambiental FVS. Consideramos que un indicador de sostenibilidad tan completo como es la huella ambiental necesita que los profesionales de la materia compartan experiencias y conclusiones para asegurar la complementariedad de los trabajos realizados.
Rubén Jiménez
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