Ya en la antigüedad las ciudades estaban llenas de jardines y lugares de esparcimiento, recordemos los Jardines Colgantes de Babilonia o los Jardines del Gobernador de Tebas, allá por el siglo XIV a.C. En la actualidad hemos perdido esa buena costumbre de rodearnos de vegetación y árboles cambiándola por edificios, ruido y contaminación.
Ahora que la primavera está en su apogeo, nos damos cuenta de que en pocas ciudades podemos encontrar lugares en los que escuchar el piar de los pájaros o ver como las lagartijas salen al sol para calentarse con los relucientes rayos. Desgraciadamente, la ausencia de zonas verdes y arboladas en los núcleos urbanos no solo provocan este desazón interno, sino que además conlleva la pérdida de biodiversidad así como riesgos para la salud de los ciudadanos.
De las zonas verdes y arboledas de las ciudades deberíamos destacar su función reguladora del microclima, su función fijadora del suelo y su función como refugio de aves y de otros animales y, por supuesto, mejoran la calidad del aire que respiramos. ¡¡Fresquito en verano!!
La carencia de árboles y de zonas verdes provoca la ausencia de aves dentro de las ciudades, más allá de las palomas. Antes, se podían escuchar pardales, gorriones y todo tipo de pájaros situados cómodamente en las dormideras dentro de la ciudad; tras el boom inmobiliario, las dormideras se han ido talando para construir esqueletos de edificios y para escuchar pájaros hay que salir fuera de las ciudades.
Es importante apuntar que la OMS cifra entre 10 y 15 metros cuadrados de zona verde por habitante lo recomendable para tener un medio urbano suficientemente saludable, aunque lo ideal sería llegar a los 20 metros cuadrados.
Nosotros, como ciudadanos deberíamos reivindicar la existencia de más zonas verdes, de arboledas y parajes donde las diversas especies animales puedan desarrollarse libremente y además, debemos reivindicar el uso de especies autóctonas, hay que evitar riesgos futuros con situaciones como los plumeros (Cortaderia selloana) en la costa cantábrica.
Un inciso, si hay más pájaros en las ciudades, dentro de esa diversidad estarán los insectívoros y el número de mosquitos que nos pican descenderá notablemente.
Sería interesante transformar aquellos solares abandonados en pequeños puntos de reunión de aves, de manera que las gentes de los barrios pudieran sentarse y disfrutar de un ambiente más puro. Tendríamos que vivir en las ciudades como si estuviéramos en el pueblo.
SEO/Birdlife está realizando este año una campaña de apoyo a los gorriones, para que puedan criarse dentro de las ciudades y se recuperen sus poblaciones, se puede ver más información en la página web de la organización. Apoyemos iniciativas como ésta y hagamos de nuestras ciudades un medio más rural.
Verónica del Río Díez
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