Fotografía: Free-Photos en Pixabay
Todos somos cada vez más móviles. Con esta movilidad generalizada en el mundo, ¿podemos hablar de nomadismo?
Los nómadas son comunidades que se trasladan de un lugar a otro porque los recursos locales no son suficientes para garantizar la vida de estos grupos. Este sistema es totalmente ecológico: cuando la tierra no podía dar más a la comunidad, tenían que irse. No hay lógica de sobreproducción. Hoy en día, alrededor de 30 millones de personas son calificados como nómadas. Con la industrialización y el modelo mundial actual, no podemos ser todos nómadas como los primeros seres humanos. En realidad, desde que somos mayoritariamente sedentarios, el nomadismo no está siempre bien visto y las autoridades nos fuerzan a registrarnos, declarar un lugar de pertenencia, pagar impuestos para disfrutar de los servicios públicos que ofrecen su territorio. Así pues, ¿ser nómada podría desaparecer poco a poco? Sí, los “verdaderos” nómadas son cada vez menos, aunque eso no impide que actualmente existan prácticas parecidas al nomadismo. Los ciudadanos son más y más móviles, así que podemos hablar de los nuevos nómadas urbanos. Sin embargo, la distinción más notable es la forma del recorrido: los nómadas antiguos hacían recorridos serpenteantes, y los modernos van y vienen repetidamente de un punto a otro (ida y vuelta de Madrid hasta París, después Madrid–Londres, Madrid–Nueva York).
Las formas de trabajar, intercambiar o viajar han cambiado gracias a la llegada de herramientas digitales de la información y la comunicación. Gracias a la globalización y el desarrollo digital, ¿están los habitantes urbanos destinados a convertirse en nómadas urbanos?
Ahora puedes trabajar con tu ordenador en cualquier lugar del mundo aunque tu empresa esté localizada en Madrid. Eso es lo más importante: los nómadas urbanos necesitan estos servicios tecnológicos para poder ser móviles y productivos. Pero esta ultra movilidad afecta a nuestro estilo de vida en las ciudades. Si necesitas estar en distintas ciudades de distintos países en la misma semana, por así decir, habitar muchos espacios urbanos, es posible que no conozcas ninguno de ellos. Pues, ¿a qué ciudad estás finalmente apegado?, ¿cómo definir cuándo se pisan varias ciudades por semana o incluso por día?
Además de esta nueva forma de trabajar en el mundo global, la manera de viajar ha cambiado también. Según la Academia de Turismo de China, en 2018, el 47% de los viajeros chinos visitaron tres países o más durante una estancia en Europa. ¿Hasta dónde va esta ultramovilidad? Podemos pensar que hemos llegado a un consumo excesivo o rápido consumo de espacios urbanos. Nuestras prácticas urbanas actuales han cambiado en las últimas décadas y es común vivir en una ciudad, trabajar en otra, entretenerse en una tercera y visitar ciudades de distintos países en el mismo viaje durante las vacaciones. El problema es que es fácil viajar para descubrir muchas ciudades gracias a los bajos precios y la gran oferta de transporte “low cost”, pero también en sentido inverso, conocer realmente esta ciudad, no es tan fácil. El consumo rápido no permite eso.
El fenómeno urbano de las ciudades dormitorio es otra consecuencia de la gran movilidad que tienen los seres humanos hoy en día. Algunas ciudades, a las afueras de las grandes ciudades, se vacían por la mañana y se llenan por la noche, al finalizar la jornada de trabajo o de estudio. El efecto contrario aparece en los áreas de oficinas o distritos empresariales que se llenan solo en horas de trabajo.
En el caso de la ciudad de México por ejemplo, la creación de viviendas sociales para responder al fenómeno de la expansión urbana, ha acentuado las desigualdades. Los habitantes periféricos –los que tienen menos capacidad financiera– deben moverse hacia la metrópoli para ir al trabajo y generan cada vez más tráfico en la ciudad ya más contaminada del mundo. El problema es que estos espacios urbanos no tienen la capacidad de generar empleo y fuerzan a los residentes a salir del lugar donde viven para ganarse la vida. La movilidad se ve como algo que todos deben ser capaces de interiorizar en sus prácticas cotidianas.
Sin embargo, es verdad que la persona tipo que viaja varias veces a la semana y que tiene cada día un lugar de residencia temporal en distintos lugares es el hombre de negocios, graduado, con un buen puesto e ingresos acomodados. Pero a una escala menor, entre el centro y las zonas periféricas, se sitúan los que tienen menos dinero y deben moverse hasta los puntos de empleo de la ciudad y que sufren una movilidad obligatoria. La Ciudad de México, por ejemplo, es una de estas megaciudades donde los trabajadores pueden pasar de cuatro a cinco horas diarias en trayectos domicilio–trabajo. En lugar de disfrutar de la movilidad como los nómadas urbanos ultraconectados, sufren este modelo de concentración de las actividades económicas en el centro. El nuevo concepto de neonomadismo se refiere más a las personas que se sienten en cualquier sitio como en casa cuando tienen sus ordenadores y un sitio donde cargarlos que a las personas que ven la movilidad como una restricción o necesidad profesional.
Con este modelo de ir al trabajo–trabajar–volver a casa, con la necesidad de perder el menor tiempo posible en traslados, queda poco tiempo para el descubrimiento del espacio urbano real. Además el nómada urbano no tiene tiempo –o ganas– de interesarse por el lugar donde se encuentra porque falta temporalidad. La identidad de una ciudad podría estar en peligro si sus usuarios no la consideran como suya.
Un factor crítico de la manera de vivir de estos nómadas urbanos es su alta huella ecológica. Tomar el avión varias veces a la semana no es sostenible. El impacto de la ultramovilidad sobre nuestro planeta debe ser tomado en cuenta.
Para solucionar esto, el retorno a lo local está muy de moda. Además de contaminar mucho, el ritmo de vida impuesto por la ultramovilidad es intenso y cansa mucho a los viajeros por el tiempo de viaje o las diferencias horarias. Hay que pensar en soluciones sostenibles para reducir la huella ecológica de estos trabajadores mundiales. La práctica del teletrabajo ya es algo sostenible porque reduce el uso de transporte (coche particular, avión) que contaminan mucho. Pero esta práctica, si se hace en cualquier lugar, y no en casa, puede producir gradualmente la pérdida de puntos de referencia espacial y surge la pregunta: ¿de qué ciudades somos realmente habitantes con este modelo?
Deja tu comentario
Debe iniciar sesión para escribir un comentario.