Fotografía: Raphael Ferraz en Unsplash

Es muy conocido el caso de los macacos japoneses que aprendieron a lavar las patatas y el trigo en el mar, con lo que conseguían limpiarlos y darles un saborcillo. En realidad las que aprendieron fueron las hembras, y transmitieron esa habilidad a sus crías, mientras que los machos seguían más aferrados a sus viejas costumbres. Este fenómeno –que son las hembras de la especie las que llevan la batuta de la innovación– se ha observado también en la transmisión de habilidades culturales entre chimpancés, como usar piedras para partir nueces.

Ahora esta pauta parece confirmarse en la especie humana, donde un reciente estudio muestra que la conducta de movilidad de las mujeres es claramente más innovadora, compleja y completa que la de los hombres. En concreto, las mujeres van por delante en el uso del transporte público y compartido, combinan sus trayectos de manera más inteligente, muestran una mayor preferencia por los vehículos eléctricos, utilizan más las apps de movilidad, etc. Todo esto se traduce en una huella ambiental de su pauta de transporte, medida en emisiones de CO2, sensiblemente menor que la generada por los hombres.

El estudio se llama “Analizando el coste de oportunidad de la desigualdad de género” y ha sido realizado dentro de la iniciativa ClosinGap, que reúne a una docena de grandes empresas que operan en España en un intento de averiguar qué se está perdiendo nuestra sociedad al no aprovechar todo el talento femenino. El estudio no está disponible todavía en la web de ClosinGap, pero se han publicado varias reseñas en la prensa que dan una idea de su contenido.

Es otro clavo más al ataúd del actual modelo de movilidad, que está viviendo sus últimos años. El modelo dominante de movilidad consiste en utilizar un único medio de transporte, el coche en propiedad, para realizar todos los desplazamientos, desde el viaje de vacaciones a la playa al desplazamiento diario de ida y vuelta al trabajo. Este modelo ha conseguido incrustar un coche en cada hogar, a veces dos o tres, pero con un coste económico grande para las familias, atadas además a los fluctuantes precios internacionales del petróleo. Por ejemplo, en un plazo de un par de semanas, los conductores deseosos de repostar notarán un incremento de un 6-8% en el precio del combustible, como resultado del ataque con drones a una gran refinería saudí la semana pasada. Los costes ambientales y sociales son igualmente enormes, en términos de contaminación generada y pérdida de vidas humanas.

El estudio de ClosinGap arroja nueva luz sobre este problema y sobre su posible solución. Enfocar el uso inmoderado del coche como un residuo más del machismo es interesante, muestra un sector varonil aferrado al modelo “no sin mi coche”. El estudio también señala que el nuevo modelo femenino de movilidad se está transmitiendo a las nuevas generaciones, indistintamente a hombres y a mujeres. El modelo varonil-viejuno de movilidad parece pues abocado a la extinción.

Jesús Alonso Millán

 

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