¿Os habéis preguntado lo que se esconde detrás de la comida que consumimos? No solamente lo que contiene sino en qué condiciones fue producida, las consecuencias que puede tener sobre la salud, sin contar las enfermedades metabólicas que pueden ser provocadas por una alimentación ricas en productos químicos, grasas, y azúcar.
En el sector agroalimentario, existe una asociación entre los agricultores, los ganadores y las empresas para producir los productos alimenticios que consumimos. Los agricultores proporcionan la materia prima que las empresas van a modificar y sacar al mercado. Sin embargo, esta asociación no es siempre equitativa y aprovecha más a una parte. En efecto, las empresas tienen mayor control puesto que las condiciones de trabajo de los empleados de las granjas, de los campos y las industrias no son las mejores. Trabajan en condiciones peligrosas, no son bien pagados y son los primeros expuestos a los tóxicos. Las plantaciones en América Latina son también conocidas por el trabajo infantil. Además, la ONG DanWatch ilustra la desigualdad entre las empresas y la mano de obra reportando que menos del 2% de los precios de los supermercados van a los recolectores de café.
Hay también que notar que muchas empresas en EE.UU emplean inmigrantes irregulares que son víctimas de chantaje, de abuso de poder a causa de su estatuto en el país. En el libro Food Justice de Robert Gottlieb y Anupama Joshi, Mike Anton relata las condiciones de trabajo de algunos granjeros diciendo que cuando los trabajadores agrícolas están fuera de los campos comparten sus historias del trato que reciben, son engañados con su salario, son forzados a saltarse las horas de comida y hasta son despedidos sin justificación. En los sofocantes campos de trabajo a veces no cuentan con agua ni sombra, situaciones que les ha llevado a enfermedades graves y hasta la muerte. Las trabajadoras sufren acoso sexual por parte de sus empleadores y no se quejan por temor al despido.
Ahora vemos con más detalles todo aquello por lo que que una ternera pasa antes de acabar en nuestros platos: en qué condiciones el animal es criado, cómo es sacrificado, cómo se manipula para obtener la carne que consumimos. La ternera y las aves de cría convencional no se crían en condiciones que promuevan su florecimiento. Viven hacinadas en jaulas estrechas donde no tienen mucho espacio y donde no pueden expresar su comportamiento natural. Hay que señalar que la industria ha cambiado el estilo de cría hacia una producción en masa caracterizada por un rendimiento importante en poco tiempo. En efecto, en el documental Food Inc., informan que un pollo criado durante 48 días en el año 2008 era dos veces más grande que un pollo criado durante 70 días hace medio siglo.
Para llegar a tales rendimientos, inyectan a los animales hormonas de crecimiento, antibióticos y los engordan con comida rica en carbohidratos. En efecto, los vacunos que deberían comer hierba, son alimentados con maíz y a veces caramelos para que ganen masa rápidamente. Este cambio de régimen puede afectar el sistema digestivo del animal lo que puede promover a su vez el desarrollo de úlceras, abscesos en el hígado, infecciones o la proliferación de bacterias E.Coli.
El peligro aquí es que las bacterias pueden ser transmitidas a los consumidores o ser responsables de crisis sanitarias como la de las vacas locas. Un otro ejemplo es el de las infecciones de E.Coli que ocurrieron en EE.UU en los años 2000; numerosas personas incluido Kevin Kowalcyk, fueron infectadas por la bacteria después de haber consumido carne contaminada. Eso es un ejemplo entre muchos más porque la Organización Mundial de la Salud informó en 2015 que cada año, aproximadamente 600 millones de personas en el mundo se enferman después de haber consumido comida contaminada. Además en esta población, 420.000 personas mueren a causa de esa contaminación incluidos 125.000 niños de menos de 5 años.
La comida está también manipulada por la ingeniería genética, la utilización de pesticidas, de fertilizantes, la producción de pollo con grandes pechugas para responder a las necesidades del mercado. Utilizan también relleno de comida o extensores de carne, que son aditivos añadidos para aumentar el peso de la carne para simular una reducción de precios. La carne puede estar mezclada con almidón, celulosa, soja o cadáveres de animales. A esto se añade la mezcla de diferentes carnes y el escándalo de la carne de caballo vendida como ternera en 2013.
Aparte del metano (CH4) liberado por los vacunos y la contaminación del aire, de las aguas, otra consecuencia ambiental de la producción alimentaria es la emisión de dióxido de carbono en la atmósfera por el transporte. En efecto, la mayoría de los productos que no son producidos localmente tienen que ser transportados. Food Inc. informa que una comida como media recorre 1500 millas (aproximadamente 2400 kilómetros) entre la granja y el supermercado.
El objetivo de este artículo no es incitaros a dejar de comer carne sino más bien abrir vuestros ojos sobre lo que consumís y a hacer elecciones buenas para vuestra salud pero también para el medio ambiente. Podemos ver que el sistema alimentario actual necesita cambios; el etiquetado tiene que ser más riguroso para que las personas sepan lo que comen en realidad y el sistema no solo debe producir comida de calidad sino también una ética en sus componentes y las condiciones de trabajo de la mano de obra que participa su producción.
Puede mirar el documental Food Inc. en YouTube aquí.
Fatima Ouedraogo
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