Hagan un sencillo experimento.Tecleen las palabras “sostenibilidad” y “rentabilidad” en Google. Obtendrán un millón de resultados como estos tres: “La sostenibilidad empresarial es cada vez más rentable”, “Ser sostenible también es rentable”, “El mundo empresarial se da cuenta que la sostenibilidad es rentable”. Este consenso es universal: las empresas que no incorporen la sostenibilidad a su núcleo de negocio desaparecerán, no podrán competir con las empresas que hacen las cosas bien.
Volviendo al mundo real, las pruebas de que la sostenibilidad no es rentable abundan. Dieter Zetsche, presidente del Consejo de Administración de Daimler AG y jefe de Mercedes-Benz Cars, declaró recientemente “Nosotros continuaremos reduciendo las emisiones, pero seguiremos utilizando motores diésel mientras sigan siendo rentables”, es decir, seguiremos contaminando la atmósfera si eso nos hace ganar dinero. El aire limpio no es rentable.
Los huevos plantean un problema similar. El gobierno francés acaba de fijar una fecha para el final de la cría de gallinas en jaulas: 2022. Era una promesa electoral de Emmanuel Macron. Es decir, dentro de cuatro años, en Francia, será ilegal vender huevos de clase 3, procedentes de gallinas enjauladas. Casi el 92% de los huevos vendidos en España son de clase 3. Sigue la clase 2, que incluye animales criados en suelo, dentro de naves cerradas en cuyo interior pueden corretear, la clase 1, gallinas con posibilidad de triscar al aire libre y por último la clase 0, aves criadas al aire libre y alimentadas con pienso procedente de la agricultura ecológica, menos de un 1% del total de la producción.
La industria del huevo en España ha puesto el grito en el cielo ante la decisión francesa. El sector cifra en 1.200 millones de euros el coste de eliminar las granjas de gallinas enjauladas y recuerda que en 2012 se gastó 600 millones en instalar a los animales en jaulas ligeramente más grandes, siguiendo la norma europea de bienestar animal de 1999 que tardó 13 años en aplicarse. Criar a las gallinas en (relativa) libertad no es rentable.
Otro ejemplo de la no-rentabilidad de la sostenibilidad es la propuesta de la UE de reducir a 20 mg/kg el contenido en cadmio de los fertilizantes agrícolas. El gobierno español plantea un límite mucho más alto, de 75 mg/kg, y aduce que reducirlo más empobrecería a los agricultores. La Asociación Nacional de Fabricantes de Fertilizantes y su homóloga europea “lamentan” que el Parlamento Europeo plantee un límite de 20 mg/kg de cadmio a alcanzar en 16 años. Reducir la concentración de un metal muy tóxico en nuestros alimentos no es rentable.
La pelota está ahora en el tejado de los ciudadanos-consumidores. Se trata de hacer rentables los coches de emisión cero, los huevos procedentes de gallinas criadas en libertad o casi y los alimentos bajos en cadmio. Conseguirlo tropieza con dos tipos de problemas: el precio y la información sesgada. Los coches eléctricos, los huevos sin jaula y los alimentos procedentes de la agricultura ecológica son caros. Los coches diésel, los huevos de clase 3 y los alimentos procedentes de la agricultura que usa fertilizantes ricos en cadmio son baratos, y por lo tanto rentables.
Además, los medios de comunicación nos dicen que los coches eléctricos tienen poca autonomía, que los huevos clase 3 tienen los mismos nutrientes que los ecológicos y que los niveles de cadmio actuales son perfectamente legales. Tres verdades como puños que hacen que los consumidores duden, con razón, antes de gastarse su escaso dinero en productos sostenibles. Lo que no se dice es que el humo diésel es tóxico, que el bienestar animal es importante y que el cadmio nos envenena lentamente. La rentabilidad perjudica nuestra salud y la de nuestro medio ambiente.
Jesús Alonso Millán
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