La energía es un ecosistema complejo, una red intrincada de trayectorias desde sus fuentes más primarias hasta que se consume en una cocina o en mover un vehículo. En cierta forma todos tenemos sus mandos, una cierta capacidad de decidir cuánta consumimos, incluso de qué tipo y de qué origen. Por ejemplo, es posible contratar electricidad de origen 100% renovable, a través de comercializadoras que ofrecen esta posibilidad. O instalar paneles fotovoltaicos en la cubierta de nuestra casa y practicar el autoconsumo eléctrico (a pesar del “impuesto al sol”). O, más modestamente, colocar una instalación solar térmica que nos permitirá reducir en dos tercios nuestro gasto de agua caliente. O aprovechar las grandes posibilidades de ahorro de energía que ofrece cualquier vivienda o vehículo: desde instalar burletes en una ventana a practicar la conducción eficiente.
Sin olvidar que nuestro voto determina parte al menos de las políticas de la energía, en cuestiones aparatosas (como si se cierran o no las centrales nucleares al final de sus cuarenta años de vida útil) o menos mediáticas pero igualmente importantes, como la firma de compromisos de descarbonización de la economía. O la aparición de nuevas bifurcaciones bastante radicales en el mapa energético, inexistentes hace pocos años, como la posibilidad de poder comprar un coche eléctrico dejando atrás a los motores térmicos alimentados con petróleo.
Por esta razón, puede ser interesante echar un vistazo a algunos lugares comunes sobre la energía, ideas ampliamente difundidas que tienen su importancia para decidir nuestra actitud ante las políticas y soluciones de la energía. Por ejemplo, un lema oficial de la década de 1970, de cuando el primer pánico petrolífero, fue “Aunque usted pueda pagarlo, España no puede” y contribuyó a consolidar el petróleo y su precio como tema número uno de la política económica española. O la creencia general, que se manifestó hasta casi el cambio de siglo, de que la mayoría de la electricidad era de origen hidroeléctrico, reflejo de años de propaganda que asimilaban los embalses con energía, progreso y desarrollo.
Actualmente, el campo de los tópicos sobre la energía está dominado por unas cuantas ideas muy difundidas como estas:
Compramos la electricidad a las nucleares de Francia
El sistema eléctrico español y el francés están densamente interconectados. En los últimos años, el saldo ha sido favorable a España (vende más electricidad de la que recibe) pero la prensa está llena de comentarios que dan por supuesto que el sistema eléctrico español depende de las compras masivas de energía a Francia… mientras que aquí desmantelamos nuestro parque nuclear.
Las renovables son inseguras
El tópico de la inseguridad de las energías renovables parece sólidamente fundado: el sol no luce de noche, cuando el día está en calma los aerogeneradores no se mueven, etc. Lo que se olvida es que la combinación de varias fuentes renovables produce una central energética virtual muy segura capaz de generar electricidad de forma continua. Basta con sumar fotovoltaica, eólica, hidráulica y biomasa para obtener esa central virtual completamente segura (a no ser que la máquina atmosférica se detenga de repente y el sol se apague). Además, miles de pequeñas centrales renovables son mucho menos propensas a un fallo catastrófico que unas pocas enormes centrales térmicas y nucleares.
La electricidad es carísima por las subvenciones a las renovables
Otro tópico muy difundido, en este caso a través incluso de las facturas de la luz, en las que puede figurar el desglose del coste de la electricidad incluyendo las primas a la energía renovable. Esto pudo tener más fundamento en la época de despegue de la solar y la fotovoltaica, pero ahora mismo es justamente al revés: los días de mucho viento y lluvia el precio de la luz baja radicalmente, entre otras razones porque el “combustible” de las renovables es gratuito. Todos los estudios muestran que un sistema eléctrico 100% renovable sería mucho más barato que el actual, basado todavía en gran parte en la nuclear, el gas y el carbón.
Necesitamos cada vez más petróleo
Determinadas decisiones, como rechazar las prospecciones petrólíferas en aguas de Canarias, han asombrado o indignado a parte de la opinión pública. Se supone que siempre necesitaremos cada vez más petróleo, ¿cómo podemos rechazar la investigación de posibles yacimientos? Lo mismo ocurre con el fracking. La realidad es que nuestro país consume cada año menos petróleo que el anterior: la industria y los hogares cada vez usan menos, y los automóviles van a dejar de usarlo en breve.
El consumo de energía crece con el aumento del bienestar, siempre necesitaremos cada vez más energía
La asimilación del concepto de bienestar con el de consumo de energía se ha reflejado mucho incluso en publicaciones oficiales. Menos influencia tiene el concepto de desconexión entre el crecimiento económico y el crecimiento del consumo de energía. Se trata de asimilar la calidad de la economía de un país a su grado de eficiencia energética. No obstante, la tarea se dificulta por la poca importancia que se le da a la eficiencia a la hora de comprar casas, electrodomésticos, sistemas de climatización o coches. Las etiquetas energéticas son todavía poco visibles o poco consideradas en decisiones de compra o alquiler.
Ciertamente tenemos los mandos de la energía, de manera diferente según nuestras circunstancias económicas y personales. Pero esta capacidad de influencia tiene que ir acompañada de un gran esfuerzo de divulgación y difusión de esta complicada pero apasionante ruta de la energía.
Jesús Alonso Millán
Publicado originalmente en Energía de Hoy, nº 19, julio de 2017
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