A lo largo de los años, las ciudades han ido creciendo rápidamente, convirtiendo las masas boscosas de antaño en vastos desiertos urbanísticos, con la salvedad de algún parque que otro. Sin embargo, algunos arquitectos de la actualidad creen que es posible integrar la naturaleza con el desarrollo urbanístico, o lo que es lo mismo, renaturalizar las ciudades.
Este concepto tiene por objetivo el equilibrio entre la sostenibilidad y el desarrollo, optando por integrar la naturaleza en los edificios. De esta forma, paredes, tejados y recovecos de los edificios, pasarían a ser el medio de cultivo para una amplia variedad de árboles, matorrales y herbáceas, entre otros. Aparte del innegable atractivo visual de esta innovadora forma de construcción, ¿aporta algún beneficio?
La respuesta es sí, aumentar en gran medida la implementación de estos “edificios vivos” generaría numerosos impactos positivos, entre otros, temperaturas mucho más suaves en verano. Esto se debe a dos factores principales, al aumento de humedad que la vegetación proporciona a la atmósfera debido al proceso de evapotranspiración y a la influencia de la sombra generada por sus ramas y hojas. El proceso de evapotranspiración, consiste en la evaporación del agua del suelo y la transpiración de las plantas, siendo la transpiración de las plantas la evaporación del agua contenida en las mismas por efecto del sol. La sombra generada por los árboles contribuye enormemente a disminuir el efecto “isla de calor”, efecto producido por la gran capacidad de absorción de calor que poseen muchos de los materiales presentes en las ciudades, hormigón y asfalto principalmente, los cuales al atardecer comienzan a irradiar el calor absorbido durante el día dando lugar a temperaturas anormalmente cálidas, incluso durante la noche.
Otro beneficio que tendría la renaturalización de las ciudades es la mejora de la calidad del aire. El proceso de fotosíntesis consume dióxido de carbono y libera oxígeno, lo cual en una ciudad viene especialmente bien teniendo en cuenta que la mayoría de los vehículos funcionan con motores de combustión. Además, muchas plantas son capaces de retener sustancias contaminantes y partículas de polvo, evitando que se concentren en la atmósfera o en las aguas superficiales y subterráneas. Otra ventaja que poseen este tipo de edificios es la disminución de la escorrentía, ya que las plantas aumentan la retención del agua, es decir, hacen que la inundación sea menos “brusca” y favorecen la infiltración del agua en el suelo.
A parte de esto, la vegetación es muy eficaz a la hora de disminuir la contaminación acústica, ya que es capaz de absorber en gran medida el sonido y evitar su refracción a modo de pantalla acústica. Además, muchos de los proyectos aprovechan para incluir huertos ecológicos en el tejado o en los balcones de los edificios, haciendo viable la plantación de frutas, verduras y hortalizas para el autoconsumo. Los restos orgánicos de los alimentos, podas y plantas muertas podrían volver a introducirse en el ciclo, por ejemplo, mediante el compostaje.
Sin embargo, todo esto requiere de un mantenimiento y cuidado que resulta fundamental para la supervivencia de las plantas, sino de poco o nada habrá servido la creación de estos “edificios verdes”. Además, a la hora de ejecutar las obras y seleccionar las especies de plantas, se tendrán que tener en cuenta diversos factores. Principalmente se deberán seleccionar especies predominantemente nativas y con unas características bioclimáticas similares al lugar en donde se van a plantar. A continuación, seleccionar aquellas más aptas en función de la conveniencia, como requerimientos hídricos, edáficos o lumínicos (preferencias en la orientación de solana o umbría).
Al margen del cuidado botánico, se deben tener en cuenta algunos factores, como el peso adicional derivado de la vegetación, macetas y sustrato (el suelo, para entendernos). A la hora de construir un nuevo edificio desde cero no supone un problema, pero para reacondicionar uno ya existente puede que sí, ya que puede no estar preparado para soportar el peso derivado de la cubierta vegetal. Además, se debe tener un buen sistema de evacuación de aguas pluviales o derivadas del riego para evitar filtraciones o daños en el edificio. Esta modalidad de arquitectura no está precisamente extendida, sin embargo existen ciudades que tienen uno o varios edificios construidos de esta forma, algunos ejemplos son Singapur, Milán, París y Japón.
Lógicamente todas estas diferencias, respecto a un edificio convencional, se verán considerablemente reflejadas en el precio del edificio o sus gastos comunitarios. Sin embargo, Stefano Boeri, el arquitecto que llevó a cabo a cabo el Bosco verticale (uno de los mayores proyectos llevados a cabo de edificios renaturalizados a escala mundial), se encuentra actualmente desarrollando un nuevo proyecto llamado Trudo Vertical Forest, el cual tiene lugar en Eindhoven (Países Bajos) y es un proyecto social de viviendas en alquiler para jóvenes, de pequeño tamaño (<50 m²) y a un precio mucho más asequible.
Esta integración de ecología y arquitectura, junto con un plan de movilidad sostenible y una adecuada gestión de residuos, puede llegar a acercarse al actualmente utópico concepto de ciudad sostenible.
Fotografía: Chris Barbalis en Unsplash.
Lucas Peces
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