El concepto de huella ecológica es ampliamente reconocido, sencillo y comprensible. Calcular nuestra huella ecológica tiene un innegable valor educativo para entender como nuestras acciones impactan en el planeta y resulta una herramienta muy útil de concienciación.

Al mismo tiempo, determinar con precisión el impacto individual y la sostenibilidad de nuestros hábitos de consumo en un escenario de globalización y cambio como el actual (introducción de energías renovables en el mix energético, crecimiento del comercio online, etc.), y en un mundo cada vez más poblado, puede considerarse todo un desafío. ¿En qué medida podemos establecer la cantidad justa de recursos que tiene a su disposición un individuo si el número de porciones y los ingredientes del pastel no paran de cambiar?

Yo me encontré con este problema cuando quise reducir el impacto de mi dieta. Para empezar, según la calculadora utilizada obtenía datos diferentes. Me di cuenta de que todas apuntaban en la misma dirección, pero aterrizaban en valores diferentes, imagino que por los diferentes datos de ciclo de vida utilizados y las hipótesis sobre las que generen los resultados. Después, es difícil encontrar una calculadora apropiada para el impacto de la dieta ya que, aparte del impacto de la materia prima, estaba la distancia del punto de origen al de consumo y la forma de producción.

Me supuso un gran alivio encontrar un artículo que comparaba el impacto del mismo producto proveniente de diferentes fuentes (1) Como sospechaba, era complicado afinar los cálculos sin considerar todas las variables. En el estudio realizado, los investigadores observaron que el impacto de 100 g de proteína vacuna podía variar entre 25 y más de 75 kg CO2-eq. El mismo artículo me sirvió para despejar del todo ciertas dudas. En todas las muestras analizadas, 100 g de proteína de carne de ave raramente excedían los 10 kg CO2-eq.

Es decir, en el peor de los casos, el impacto de comer pollo es la mitad que el de comer ternera producida de la manera más sostenible. Por tanto, si se opta por comer carne, aparte de intentar que sea en pocas cantidades, nunca se desperdicie, y procedente de granjas locales que garanticen las mejores condiciones para los animales, pues mejor decantarse por el pollo. Con estas ideas muy básicas y de forma gradual he podido ir alineando mi dieta con mis principios sin andar con la calculadora a cuestas todo el día. El mismo planteamiento sirve para consumo de agua, transporte, etc.

Volviendo a la cuestión general de la sostenibilidad de la huella ecológica individual en un país desarrollado como el nuestro. Por la imprecisión de la aplicación del concepto de huella a un individuo concreto, pienso que lo más práctico es complementar esta información con una gran dosis de sentido común y con datos globales (lo que podríamos llamar la gran huella ecológica mundial) y pasar a la acción sin esperar a tener todas las respuestas. El año pasado se popularizó la triste previsión de que en el año 2050 habría más plástico que peces en los océanos. No hizo falta mucho más para que gobiernos, ciudadanos y empresas tomaran cartas en el asunto. No era cuestión de calcular lo que cada uno producía y comparar con el pedazo de pastel que correspondía, sino de lo que cada uno podía hacer para evitar que se cumpla esta profecía.

Este año el informe Global Resources Outlook 2019 de Naciones Unidas (2) revela unos cuantos datos que resumen las consecuencias del modelo productivo actual sin necesidad de entrar a analizar con lupa cada una de nuestras acciones individuales. La historia que cuenta es que la huella ecológica global va a peor:

  • Solo la extracción y procesamiento de combustibles, materias primas y alimentos es responsable de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero. Este dato no incluye el efecto posterior de la quema de los combustibles fósiles.
  • Los cambios en el uso del suelo (debidos a la agricultura y ganadería fundamentalmente) se relacionan con el 80% de la pérdida de biodiversidad y el 85% de estrés en las reservas de agua.
  • Comparado con 1970, extraemos estos recursos el triple de rápido, cuando en este periodo la población “solo” se ha doblado.
  • Si bien los países más desarrollados han seguido aumentando su huella ecológica, la mayor contribución en la aceleración en la extracción de recursos proviene de los países que más se han desarrollado en las últimas décadas, sobre todo en Asia. El aumento de sus infraestructuras, del estándar de vida de sus habitantes, y el desplazamiento de los procesos de producción a estos países explican esta tendencia.

 

Con estas cifras podemos entender mejor el impacto de nuestro modelo de consumo actual y tomar conciencia de la urgencia de cambiarlo. Los recursos mencionados en el informe acaban formando parte de los objetos que nos rodean y los alimentos que nos sustentan. Todos los países deberían poder proporcionar a sus habitantes las infraestructuras y mejoras para asegurar una vida digna. El problema es hacerlo a costa de un planeta cada vez más amenazado.

Por lo tanto, es imprescindible desacoplar el crecimiento económico del consumo de materiales. Si no somos capaces de hacerlo, nunca vamos a alcanzar una situación de sostenibilidad y la huella ecológica global continuará empeorando. Aunque inicialmente la transformación de la economía requiera mayores inversiones, el informe pronostica que se aceleraría el crecimiento económico a largo plazo a la vez que se conseguirían mantener las temperaturas del planeta a raya. Se podría reducir la producción de recursos un 25%, incrementar el PNB 8% (especialmente países de ingresos medios y bajos) y reducir emisiones un 90% frente al modelo actual.

Entre las soluciones propuestas para conseguirlo están:

  • Acelerar la transición hacia una energía renovable.
  • Planificación urbanística enfocada a menor consumo de cemento.
  • Cambios en la dieta para reducir la superficie dedicada a pastos y el desperdicio de comida.
  • Economía circular: Reutilización de materiales para evitar tener que extraerlos del planeta.
  • Alargar el ciclo de vida de los productos.
  • Diseño de productos pensado en facilitar la duración, su reciclado y reutilización.
  • Presión fiscal sobre las emisiones y extracción de recursos en vez de sobre los ingresos.

 

¿Qué consecuencias nos esperan si no abandonamos de una vez el ciclo de comprar-usar-tirar? ¿Qué tal si apoyamos el cambio de tendencia empezando a aplicar estas soluciones a nosotros mismos y extendiendo la idea entre los que nos rodean? En los últimos meses están apareciendo movimientos sociales presionando para tomar acción: Fridays for Future, Extinction Rebellion… Como afirman estos últimos (3) “Cuestionamos abiertamente a nosotrxs mismas y a este sistema tóxico, alejándonos de nuestras zonas de confort para poder llevar acciones para el cambio”. Y también: “Cada uno de nosotros y nosotras, especialmente en el mundo materialmente privilegiado, debe comprometerse a aceptar la necesidad de dejar menos huella, consumir mucho menos y no solo salvaguardar los derechos humanos, sino también nuestra responsabilidad en la custodia de este planeta” No hay soluciones fáciles. Tampoco muchas alternativas.

María Hernández Paredes

 

Referencias:
1. J. Poore & T. Nemecek: “Reducing food’s environmental impacts through producers and consumers”, Science 01 June 2018. Vol. 360, Issue 6392, pp 987-992.
2 .Global Resources Outlook 2019. International Resource Panel. UN Environment. ISBN: 978-92-807-3741-7.
3. Extinction Rebellion (Wikipedia).

 

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