Imagen de annca en Pixabay

Entre diversos aspectos que aborda la declaración de emergencia climática, se encuentra la necesidad de adoptar una estrategia de economía circular así como de una ley de residuos que regule la problemática de los plásticos de un solo uso, ambos con la finalidad de alcanzar el “residuo cero” para el año 2050.

El modelo económico tradicional en los países desarrollados es lineal, es decir, se produce, se utiliza y finalmente se tira. El residuo generado derivado de los procesos de producción, se acumula o almacena, obteniendo como resultado una constante generación de los mismos. Evidentemente, esta cultura de usar y tirar no es sostenible, y es por ello que se requiere de un nuevo modelo económico capaz de satisfacer las necesidades actuales, es decir, la transición ecológica.

La economía circular es uno de los pilares fundamentales a la hora de combatir la actual problemática en materia de residuos. Este modelo propone una dinámica cíclica, en la que los residuos o subproductos generados puedan volver a la cadena de producción gracias a la recuperación, reutilización o reciclado de los materiales que lo componen. En un supuesto idílico en el cual todo lo que se produce es recuperable o reutilizable al 100%, no se producirían más residuos, puesto que los residuos generados volverían de nuevo a ser nuevos productos tras su transformación. En base a esto, se debería fomentar la producción de productos cuyos componentes sean fácilmente recuperables y reciclables y además cuya vida útil sea lo más larga posible.

En el caso de los plásticos de un solo uso, estos quedarán prohibidos dentro de la Unión Europea para el año 2021. Esta categoría de plásticos son aquellos que como su nombre indica, son fabricados para ser desechados una vez que se utilizan, es decir, de usar y tirar, por lo que su producción se realiza de forma masiva debido a una continua demanda. Algunos ejemplos son: cubiertos y platos de plástico de un solo uso, pajitas, bastoncillos para los oídos, vasos de plástico, etc. La problemática real de estos plásticos, es que al no estar pensados para perdurar en el tiempo (reutilizarlos) se producen y consumen a una velocidad de vértigo. Además, la gran mayoría de ellos terminan acumulándose en los ecosistemas marinos, favoreciendo formaciones como la gran mancha de basura del Pacífico, la cual actualmente triplica la superficie total de Francia.

¿Cómo podemos actualizarnos ante los nuevos requisitos que se irán imponiendo en España en materia de residuos?

Hay que tener en cuenta que la mayoría de estos requisitos, es decir, aquellos cuyo cumplimiento es obligatorio, se les aplicará a los fabricantes de productos, lo que no significa que nosotros como consumidores no podamos contribuir a la causa. Concretamente, para alcanzar el conocido “residuo cero” para el año 2050, la normativa tendrá que actualizarse y exigir a los productores la utilización de materiales reciclables o reutilizables en su mayoría. Por ejemplo, los envases de plástico tendrían que desaparecer en un gran porcentaje ya que a pesar de ser reciclables tienen usos limitados, especialmente los plásticos de las botellas de agua o refrescos, los cuales en España sólamente pueden contener un máximo del 50% de plástico reciclado por motivos de seguridad. Otra alternativa sería el desarrollo tecnológico de los plásticos, por ejemplo, que se pudieran reciclar al 100% y sin alterar sus propiedades.

Sin embargo, nosotros como consumidores tenemos la elección de seleccionar determinados productos que favorezcan una economía circular. Una buena práctica sería seleccionar aquellos productos cuyo fabricante esté asociado a un sistema integrado de gestión, fácilmente visible mediante la simbología correspondiente. Esto significa que el residuo que nosotros generamos tras utilizar el producto va a ser gestionado de manera adecuada (por dicho sistema integrado de gestión y financiado previamente por el productor del producto), favoreciendo su reciclado. Algunos ejemplos de sistemas integrados de gestión en España son: Ecoembes (envases), Ambilamp (lámparas), Ecovidrio (vidrio), SIGRE (medicamentos), SIGNUS (neumáticos), ECOASIMELEC (aparatos eléctricos y electrónicos), etc. También, es conveniente limitar en la medida de lo posible la compra de bolsas de plástico (a pesar de que actualmente están fabricadas mediante plástico reciclado en elevados porcentajes), pudiendo emplear como alternativa bolsas reutilizables o incluso de cartón. Por último, intentar consumir alimentos cuyo envase no contenga una cantidad innecesaria de plásticos, por ejemplo, frutas envasadas y en bandeja de poliestireno (plástico).

Estas son solamente pequeñas recomendaciones para contribuir a la disminución de residuos e indirectamente movilizar la demanda hacia productos más sostenibles, pero hay muchas más acciones que se pueden realizar, únicamente depende de hasta dónde estemos dispuestos a llegar.

 Lucas Peces Coloma

 

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