Ciudad de México, la macro ciudad en que todo funciona a ritmos insospechados en distancias descomunales. Es un ser vivo que no para de crecer, de consumir, de regenerarse, de contaminarse y limpiarse. Un frenesí de colores, de ruidos y de olor a tortilla de maíz y a gas licuado (algo que solo un extranjero puede percibir).
La variedad de transportes públicos funcionan (metro, tren ligero, trolebuses, autobuses, peseros –microbuses-, taxis, Uber, bicicletas…) dan abasto para movilizar a más de veinte millones de personas que circulan por la mancha urbana diariamente a toda pastilla. El tráfico –los atascos- son parte del día a día, el “Hoy no circula”(el programa de limitación de circulación de vehículos por colores y terminación de la matrícula) es un plan permanente de retención de la movilidad privada (365 días al año). El tiempo de apertura y cierre de puertas en el metro dura breves segundos para entrar y salir a toda velocidad, y hasta son empujados por guardias que parece “que empacan a pasajeros en el vagón”.
No se concibe la tolerancia o paciencia por perder segundos o minutos en el tráfico de personas y coches que circulan y atraviesan la ciudad… ¡No hay tiempo que perder! Todo funciona a mucha velocidad. Una fila de espera para pagar o comprar avanza unas cinco o diez veces más rápida que en Madrid. El ritmo frenético es lo que manda, con razón existe la Asociación de Neuróticos Anónimos.
La ciudad está limpia, dentro de lo que cabe, la gente carga con sus residuos, hay muy pocas papeleras. La gestión de los residuos sigue siendo un tema pendiente y de difícil gobernanza para la ciudad.
La comida,… mmmmm para todos los gustos, placeres y bolsillos. La gente pasa tantas horas en la calle y en el transporte que es de lo más habitual comer donde te pille el hambre. Algo habitual es “echarse” un taco de camino, refrescarte o merendar fruta con polvitos de chile… una exquisitez! Los alimentos en la calle se piden para comer ahí, para llevar a casa/oficina o para llevar comiendo, con una forma de empaquetado perfectamente dispuesto para comer e ir a pie.
¡Ciudad de México hay que verla! Sus problemas para la ciudadanía son una opción de negocio y formas de vivir, como que a falta de señalización o agentes de tráfico se pueden encontrar a vecinos “echando aguas” (ayudando a la circulación) a cambio de una propina. Es una ciudad en la que todo fluye, todo funciona de una manera u otra manera, nada se detiene… al contrario ante la quietud los ciudadanos se estresan porque se avecinan terremotos.
Tiempo para quejarse no cabe, todos “chambean” (trabajan) y muchas horas con poco o ningún descanso, así se mantiene o sostiene la Ciudad de México sobre el lago Texcoco.
Texto y fotografía: Cecilia Barrera Gamarra
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