Fotografía: Jessica Costilla en Pixabay
El sistema socioecológico dominante se comporta como si la sostenibilidad, o al menos acercarse a ella, fuera el cielo: todos queremos ir al cielo, pero no esta misma noche. ¿Qué tal si lo dejamos para 2050 o 2060? No hay ninguna prisa, todavía queda mucho petróleo por quemar.
No es de extrañar que personas como Greta Thunberg, que tendrá 46 años en 2050, estén algo soliviantadas. En 2050, con todo el petróleo vendido y quemado, la atmósfera bien provista de CO2 y el clima dando bandazos cada vez más fuertes, entre sequías nunca vistas y desastres de frecuencia creciente, Greta podrá plantear tranquilamente cómo afrontar la segunda mitad de su vida en un mundo devastado.
En el otro extremo de la escala vital humana, Richard Attenborough, que va para los 93 años y tendría 124 el año 2050 (podría llegar, el récord humano de longevidad es de casi 123 años) está sencillamente aterrado. Sus razones son muy sólidas, no en vano lleva toda la vida recorriendo el mundo y viendo con sus propios ojos el avance de la destrucción de nuestro planeta.
Por supuesto que tenemos motivos para congratularnos. En muchos aspectos, el mundo es mejor de lo que era hace sólo medio siglo. No tienen más que fijarse en España y su sistema de salud pública, incomparablemente mejor del que había en 1969. Digamos que había un problema, la sanidad, y se le puso solución.
Ahora tenemos un problema del tamaño de un planeta y, cosa extraña, no se le quiere dar solución. Se sabe lo que hay que hacer, nada menos que acelerar la transición hacia un mundo viable. Tenemos los métodos, las etapas marcadas, los objetivos, la tecnología necesaria, el apoyo social, incluso la certeza de que no va a ser nada fácil y de que surgirán obstáculos imprevistos. Las declaraciones solemnes ya ha sido hechas, y ahora le toca el turno al mundo real.
En el mundo real, vemos como el desvencijado carro de la sostenibilidad apenas puede avanzar, de tantos palos como meten en sus ruedas. Por ejemplo, retrasar cinco años el autoconsumo eléctrico con el llamado “impuesto al sol” (en España), o poner el grito en el cielo por la tímida iniciativa de prohibir los motores diésel ¡en 2040! (Greta Thunberg tendría 33 años), o aprobar, tras agotadoras negociaciones, una ridícula reducción del 10% en el contenido de azúcar en la comida ultraprocesada, a conseguir en varios años, tras extenuantes chalaneos, eliminar las pajitas de plástico, dejando intacta la riada de plásticos efímeros que van camino del mar, etc.
En realidad, ante la perspectiva de dejar de quemar hasta la última gota de petróleo, el sector relacionado ha puesto en marcha la fase “sin complejos”. Durante décadas, el sistema socioecológico dominante ha puesto por las nubes las políticas ecológicas y de sostenibilidad, siempre aparcadas en un confortable futuro. Ahora el futuro ha llegado y los argumentos dominantes son dos: “No podemos hacer nada, ya es demasiado tarde”. Variante: “es demasiado caro”. O bien “el problema no existe, hace un frío que pela en Nueva York”, y así sucesivamente.
¿Podemos hacer algo? Pues claro. Además de llevar un estilo de vida de baja huella (consulten en esta web toda la información necesaria), los que vivimos en Madrid tenemos una cita en la Puerta del Sol, y los que viven en Soria enfrente del Ayuntamiento, este viernes, a las 12 horas. El resto del mundo, consulten este mapa.
Jesús Alonso Millán
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