Fotografía: Daniel Leone en Unsplash
El consumo de carne está siendo acusado de principal contribuyente de la emisión de gases de efecto invernadero, incluso por delante del transporte. Pero no sólo hay que tener en cuenta la propia producción y los pasos previos para llevar a cabo la explotación, también el proceso de llegada al consumidor.
En 2006, la FAO publicó un estudio en el que se afirmaba que la ganadería era responsable de un 18% más de emisiones de CO2 que el transporte. Debido a ello, generó una polémica que llevamos arrastrando desde entonces y que ha hecho que surja la idea de suprimir la carne de nuestra alimentación.
Debido a ello, Hening Steinfeld, afirmó con un estudio, que en realidad el sector ganadero era responsable del 9% de las emisiones del CO2. Esta disparidad de cifras se debe a que los analistas de la FAO no tuvieron en consideración a la hora de calcular el porcentaje, los efectos en el clima del ensamblaje de los vehículos, la fabricación de materiales y piezas y el mantenimiento de carreteras, puentes, aeropuertos y otras infraestructuras.
Sin embargo, el informe más reciente afirma que las emisiones del ganado representan un 14% de los gases de efecto invernadero, siendo las emisiones directas un 5% del total.
En muchos países, para atender la demanda de carne se necesitará una gestión más sostenible de este recurso, puesto que las estimaciones de población mundial para 2050 son de 9.800 millones de personas a nivel mundial.
La ganadería trabaja con unas pocas especies animales: principalmente vacas, pollo y cabra. Se puede observar su distribución de este tipo y otros en este enlace.
De los tres grandes tipos: pollos, cerdos y rumiantes, se puede decir que los más dependientes directamentes del medio natural son estos últimos, ya que su alimentación está más basada en pastos naturales. Esto varía según el capital aportado, el grado de especialización y si se crían en pastizales o contribuyen a sistemas mixtos de cultivo y ganadería. Por otro lado, el cerdo está en auge pasando de pequeñas granjas a grandes unidades intensivas y el pollo, en cambio, está más diseminado y responde más rápidamente a la creciente demanda de huevos y carne y de consumo.
La ganadería representa un 40% del valor de la agricultura y es el sector que más crece dentro de la economía de la agricultura. En algunas zonas, tiene un uso multifuncional y es una de los grandes consumidores de recursos, ocupando un 80% de todo el uso agrícola. Información más a fondo en este enlace.
Si echamos un vistazo a los datos, podemos ver que la ganadería consume gran cantidad de agua. Por ejemplo, para producir un kilo de carne se necesitan 15.000 litros de agua, en cambio, para el trigo se necesitan 1.300 litros. Una posible solución sería mejorar la eficacia y la eficiencia de la producción de carne, teniendo en cuenta también a los grupos locales, apoyando la ganadería extensiva y no dejando que se pierda.
Como otro ejemplo podemos tener en cuenta dos platos: 180g de arroz con verduras en un lado y con 180g de arroz con pollo en el otro, vemos que, de largo, el uso de recursos es mayor en el caso del arroz con pollo: la opción vegana tiene una huella de carbono de 0,19 kg de CO2, una huella hídrica de 12.56 l y una ocupación de 0.20 m2, mientras que el plato con carne supone una huella de carbono de 0.42 kg de CO2 , una huella hídrica de 21.62 l y 3.71 m2 de tierra ocupada.
Una de las actividades humanas más contaminante, la ganadería intensiva genera un consumo de 20.000 litros de agua como media para un kilogramo de carne de vacuno, además de la contaminación del agua. Representa un 37% de las emisiones de metano y un 65% de óxido nitroso, por lo que es necesario una reducción de estas emisiones.
Algunos datos sobre este sector:
- El 50% de la producción de huevos y el 67% de la carne de pollo están industrializadas y sólo depende de 4 razas productoras.
- El 42% de la producción de porcino es industrial y corresponde a cinco razas.
- El 67% de la leche procede de razas de alto rendimiento.
- Cambiando la manera actual de producir, las emisiones se reducirían en un 20%.
Algo que está claro, es que suprimir el consumo de carne no es la solución, ya que las personas necesitamos consumir algunos nutrientes y vitaminas provenientes de la carne. Además, muchos paisajes se crean por la interacción entre el ganado y la vegetación, que en algunos casos han creado entornos tan valiosos como la dehesa o el pastizal llamado majadal, que podrían desaparecer sin esa relación.
¿Qué podemos hacer nosotros? Cosas muy simples como apoyar a los pequeños productores, rechazar las macrogranjas, fomentar el consumo de carne ecológica y local y fomentar el consumo de carne procedente de razas autóctonas.
La realidad es que es necesario un cambio en el modelo actual de producción que lleve a un menor consumo de recursos, adaptándose a las necesidades y buscando una solución que no sólo tenga en cuenta la demanda de alimentos, sino también el apoyo a los pequeños productores. Hay que tener en cuenta que de esta producción dependen 1.300 millones de personas.
Suprimir el consumo de carne, no sería nada bueno para el medio ambiente. Entre las medidas posibles se encuentran generar una reducción en el consumo, lo que llevaría a equilibrar la balanza, reduciendo las emisiones de los países que más consumen y generando un beneficio en más regiones del mundo.
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