Siempre me he preguntado cuál sería el valor del paisaje que veía por mi ventana hace unos años, el del aire que respiro cada vez que viajo a la montaña o incluso el de poder bañarme en una playa libre de contaminantes.

El valor de la naturaleza, para muchos inmaterial, ha sido fijado por el Tribunal Supremo en alrededor de 2.000 millones de euros, a pesar de que esta vez sí, las personas que sufrieron el desastre del Prestige allá por el año 2002 podrán disfrutar de sus vistas, su aire y sus baños, como si nada hubiese pasado.

En otras ocasiones las acciones que el ser humano comete contra el medio ambiente no tienen vuelta atrás, como tampoco la han tenido en este caso para multitud de animales que murieron a causa de la contaminación en más de dos mil kilómetros de costa.

Los beneficiarios de todas estas indemnizaciones en concepto de daños patrimoniales, medioambientales y morales serán tanto el Estado español como el Estado francés. En nuestro país las ayudas se repartirán entre el propio Estado, los Ayuntamientos,  las empresas y los particulares, viéndose recompensadas empresas desde el sector pesquero hasta el sector hotelero. Todas estas ayudas nos dan una idea del gran impacto que pueden llegar a tener las acciones que se llevan a cabo sobre el medio ambiente y la cantidad de personas y entidades, así como actividades, que se ven afectadas.

Cuando una empresa comienza la explotación de una mina, se compromete a que una vez terminada la extracción, el terreno quede de la forma más parecida a lo que era anteriormente. Cuando la cuarta terminal del Aeropuerto de Madrid se construyó sobre parte de una Zona de Especial Protección de Aves, la empresa que explotaba la construcción se comprometió a recrear una zona de idénticas condiciones a la que había erradicado en las proximidades del resto de la ZEPA. En otras palabras, nuestro país exige a las empresas un compromiso ambiental que no solo tiene que ver con  una explotación sostenible y responsable sino que exige ciertas responsabilidades una vez está explotación ha concluido o a la hora de hacer frente a una catástrofe.

La responsabilidad que el Gobierno pide a todas estas empresas puede entenderse y valorarse gracias a la Evaluación de Impacto Ambiental, acción mediante la cual podemos obtener un valor aproximado del impacto que causa en el medio ambiente la construcción de una fábrica o la tala de miles de árboles. Pero como todos nuestros recursos, estos estudios se enfrentan a varios límites, siendo uno de ellos el establecer un valor económico y por tanto cuantitativo a un recurso cualitativo.

Un claro ejemplo sería el calcular el valor de un bosque de 300 hectáreas. Para una empresa maderera sería simplemente el valor de los propios árboles, árboles que sí tienen un precio en el mercado. Pero si ahondamos en todos los servicios que se pueden prestar en dicho área, como el sumidero de CO2, las especies que lo habitan, el paisaje que ofrece o las actividades que acoge, pasamos a valorar una serie de situaciones que no disponen de precio tasado.

Como hemos visto, en el caso del Prestige  la decisión ha sido tomada con determinación y parece que ambas partes (afectados y perpetradores) han aceptado la sentencia, pero lo que también está claro es que en este periodo, quien perdió fue una vez más el medio ambiente.

Daniel de la Morena de Navas

Fotografía: Pixabay.

 

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