Fotografía: Gerd Altmann en Pixabay
Las empresas llevan años invirtiendo en mejorar su comportamiento ambiental. Sin embargo, la situación del planeta sigue sin mejorar. No hay que ser muy avispado para darse cuenta de que algo no funciona.
Paul Polman, ex-director de la multinacional Unilever, y figura de referencia en sostenibilidad empresarial, explica que el enfoque de las empresas hasta ahora ha sido el de mitigar los daños causados por sus operaciones. Hoy día esto no basta. Hay que superar esta visión tradicional de la responsabilidad social corporativa y emprender objetivos más ambiciosos. No es suficiente con no causar más daños, toca contribuir a recomponer las barreras planetarias con las que hemos estado jugando. También advierte de la urgencia de actuar lo antes posible. No hace falta más desarrollo tecnológico, lo que falta es voluntad para emprender los cambios (puedes ver aquí su motivador discurso).
Me pregunto cuáles son las barreras que impiden a las empresas transitar este camino. Por un lado, la sociedad, cada vez más concienciada, no va a tolerar empresas que sigan buscando por encima de todo maximizar el valor del accionista por mucho que lo maquillen con pequeñas acciones bajo la etiqueta de “desarrollo sostenible”. Por otro, cada vez hay más directivos que coinciden en que incorporar criterios de sostenibilidad es necesario para mantenerse competitivo y gestionar mejor los riesgos. Cuando el cambio climático impacta sobre hábitats y personas, está alterando simultáneamente cadenas de suministro y costes de producción.
Pretender que bajo los funcionamientos actuales de los mercados las grandes empresas decidan, por iniciativa propia, empezar a tener impacto positivo real sobre el medio ambiente resulta muy idealista. Hay una minoría de empresarios visionarios e independientes que están desarrollando este tipo de ofertas alineadas con sus valores. La mayoría de las grandes empresas se encuentran prisioneras de los intereses de accionistas que se empeñan en seguir ordeñando la vaca con una visión de corto plazo. Se necesitaría una voluntad de colaboración entre las empresas para trabajar juntas en cambiar las reglas del juego y redefinir el concepto de éxito empresarial.
Buscar la manera de acelerar el cambio necesario en el mundo empresarial no tiene sentido si no incorporamos el comportamiento del consumidor en el guion. La razón de ser de una empresa es ofrecer productos o servicios que prefiramos frente a otras ofertas, y que a cambio realicemos un desembolso monetario que le reporte un beneficio. Somos los consumidores los que determinamos el éxito de un negocio. Al igual que las empresas con sus formas de producción, los consumidores podemos guiarnos solo por la comodidad y menor coste, o incorporar otros criterios en nuestra forma de consumir. Nuestras decisiones mandan señales a las empresas sobre qué camino deben seguir.
Y aquí surge otro obstáculo, las empresas lo saben y se empeñan en vendernos lo sostenibles que son con publicidad y con memorias de sostenibilidad que muestran solo que les interesa. Se busca hacer creer al consumidor que un producto protege el medio ambiente cuando realmente no lo hace. De la misma manera que se manipula al consumidor para comprar artículos que no necesita. El objetivo es siempre obtener mayores beneficios. La conciencia del consumidor duerme tranquila mientras todo sigue igual.
Ser consciente de las dinámicas que existen es el primer paso para intentar superarlas. Sin el trabajo de todos los actores no se va a progresar a la velocidad adecuada. Como empleados y como consumidores debemos hacer lo que esté en nuestra mano para influir en las estrategias empresariales. Un comienzo es no conformarnos con pequeños avances en sostenibilidad que no estén enmarcados dentro de un objetivo a largo plazo de cero emisiones. También reconsiderar no solo la calidad, sino la cantidad de productos que consumimos. La economía circular es el término de moda que todos podemos aplicar en nuestros hábitos de consumo. Las empresas, por su parte, deben asumir que el cambio requiere de colaboración sectorial para cambiar los mercados. Las instituciones, finalmente, deberán apostar por políticas más valientes que promuevan la sostenibilidad empresarial que el planeta necesita.
María Hernández Paredes
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