– Qué calor hace…
– Demasiado… luego lo pagaremos.
Oído por ahí el 16 de marzo de 2019 (25ºC de máxima en Madrid).
La gran película de Harold Ramis, que se estrenó en España como “Atrapado en el tiempo”, tiene algunas repeticiones inolvidables, como la música que emana del maldito despertador que un genial Bill Murray apaga todos los días a las 6:00 a.m.
Ahora tenemos la misma sensación con el asunto del cambio climático. Para las personas de la generación hipster es el telón de fondo constante de sus vidas, un ruido blanco de la actualidad mundial. Tiene, entre otros, estos cuatro componentes:
El diálogo de sordos entre el IPCC y los “negacionistas” del cambio del clima
Todos los días sale un informe sobre el asunto, firmado por uno, diez o millares de científicos, a favor o en contra. Es la gran cuestión bizantina (“discusión baldía”, dice la Academia) de nuestra época. ¿Nieva a destiempo en Nueva York? Pues ya tenemos a ambas partes arrimando el ascua a su sardina. Así es como llegan a los periódicos titulares que habrían dejado pasmados a nuestros abuelos, como “El Ártico se deshiela más lentamente de lo previsto”. Da lo mismo que el IPCC en pleno publique sus documentos, o que la ONU advierta formalmente. “No está demostrado”, es la respuesta ritual. Otros dicen abiertamente que lo del cambio climático es una conspiración china o directamente de las ONGs para conseguir subvenciones.
La creencia de que el petróleo es el pilar que sostiene nuestra opulenta sociedad, y de que en su ausencia todo se vendrá abajo
El peak oil es algo que lleva ocurriendo décadas. Año tras año, se nos advierte que el consumo de petróleo ha llegado a su máximo, y que lo que sigue es una secuencia completa de desastres, a menos que consigamos más petróleo, como sea. Como consecuencia, no se duda en exprimir como a una esponja el subsuelo de comarcas enteras en la actividad llamada fracking (o fractura hidráulica) o en llevar a cabo el complejo y caro ritual de buscar petróleo en aguas profundas. La búsqueda de petróleo cada vez más lejano, difícil y profundo es una actividad estereotipada, que se desencadena automáticamente, aunque ya no haga falta porque la economía mundial se despetroliza aceleradamente.
La gran ceremonia ritual de la cumbres del clima
Parece mentira, pero ya ha pasado casi un cuarto de siglo desde que se firmó el Protocolo de Kioto en 1997. A diferencia del Protocolo de Montreal de 1987, que sirvió para solucionar el agujero de la capa de ozono, y que funcionó bastante bien, Kioto y sucesores son ballenas varadas, aunque los discursos son bastante elocuentes a veces (como la angustiosa llamada de la asociación de países isleños, para los cuales una muy ligera subida del nivel del mar sería una gran catástrofe). No hace falta decir que los “negacionistas” suman con regocijo las muchísimas toneladas de CO2 que producen los viajes en avión para asistir a las cumbres. La última se celebró en Katowice y la que toca en 2019 se hará en Santiago de Chile.
Las acusaciones crecientes a las energías renovables
A estas alturas del siglo XXI, todavía hay quien las acusa de inconstantes, como se acusaban mutuamente los novios de antaño. Claro que son inconstantes (el Sol se pone, el viento cesa, deja de llover, etc.), pero nadie quiere basar el abastecimiento energético de un país en un solo tipo de energía renovable (aunque esto sería viable en determinados entornos. Por ejemplo, en El Hierro les basta con la energía eólica para asegurar el suministro eléctrico).
La seguridad en el suministro viene de sumar, por ejemplo, cuatro grandes tipos: solar, eólica, hidráulica y biomasa. Otras acusaciones rituales a las renovables: son carísimas (en realidad la hidráulica es muy barata y la eólica ya está a la par), no son de fiar (como si fueran el colmado de la esquina), ocupan mucho sitio, generan menos energía de la que cuestan (es decir, su tasa de retorno de energía servida / energía consumida es baja, como sucede en el fracking y el petróleo profundo) y, por supuesto ¡también producen contaminación! Eso sí, son el futuro (esperemos que lejano) –concluyen los anti-renovables su letanía.
Cuatro maneras de salir del día climático de la marmota
1. No hace falta discutir sobre si el clima cambia o no deja de cambiar para virar hacia un modelo energético limpio. Todas las grandes ciudades están expulsando los combustibles fósiles de su territorio (excepto el gas natural, por ahora). Esto incluye la prohibición de calderas de calefacción de carbón y gasóleo y también de los coches de motor de combustión.
2. Cada vez hay más información sobre el daño concreto y demostrable que sufren los pulmones de los ciudadanos al ingerir micropartículas diesel y otras sustancias nocivas generadas por la quema de combustibles fósiles. Todavía no hay “negacionistas” del daño que causa la contaminación a la salud, aunque ya se ven algunos indicios.
3. El consumo de petróleo solo se explica ya por el aumento del parque móvil de coches de motor de combustión. La industria, los hogares y otros usos se están despetrolizando a buen ritmo. Se pusieron grandes esperanzas en China, una economía con una sed aparentemente insaciable de petróleo. Pero China es la principal potencia mundial en energías renovables y coches eléctricos, y todo indica que piensan seguir en esa dirección. También hay que tener en cuenta muchos otros factores en la misma dirección, a través de la mejora de la eficiencia, como la proliferación de frigoríficos A+++.
4. Los mercados de CO2 van dejando de tener sentido. Sencillamente, lo que están haciendo las grandes corporaciones acostumbradas a la innovación (por ejemplo Apple y Google) es pasarse a las energías renovables lo más rápidamente que pueden. Cada vez más empresas no están interesadas en comprar ni vender CO2, solo quieren pasar a otro modelo que ven como más seguro y más rentable, el de las renovables y la eficiencia.
Jesús Alonso Millán
Fotografía: Steve Buissinne en Pixabay
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