Fotografía: Alexander Popov en Unsplash
Aunque usted no lo crea, hay gente que cree que conduciendo a mucha velocidad los radares no le pillan, o que haciendo unas cuantas flexiones el control de alcoholemia sale negativo aunque te hayas bebido un bar entero. También hay creyentes en la eficacia del spray de laca para despistar a los lectores automáticos de matrículas, o de las aplicaciones para móviles que indican los tramos de carretera libres de la molesta policía de tráfico. Es una creencia popular que los límites de velocidad son imposibles de cumplir, y que se establecen solamente para recaudar dinero. Son algunas de las manifestaciones de las supersticiones al volante.
El resto de las personas que conducen un coche no caen en estas creencias absurdas, manejan sus automóviles con habilidad y cuidado y respetan las normas de tráfico. Pero tanto unos como otros, los hábiles y los supersticiosos, sufren la creciente presión de una sociedad que está dando la espalda al automóvil.
Esta presión es muy evidente en el centro de las ciudades grandes. Edimburgo es la última de una larga lista de ciudades europeas que restringen el tráfico en sus cascos urbanos. Las restricciones van desde la prohibición pura y simple al pago de una tasa por entrar en la ciudad o en su centro. Circular por las ciudades es cada vez más difícil o más caro, y no digamos aparcar en ellas. La pacificación del tráfico urbano implica velocidades máximas de 30 km/h o incluso inferiores, lo que puede anular cualquier ventaja que pueda poseer el coche con relación a otras modalidades de transporte. Se esperan velocidades máximas de 20 km/h o menos.
La tecnología también aprieta las tuercas a los conductores. En estrecha relación con el punto anterior, tenemos dos extremos de vehículos, los que tienen carta blanca para meterse por donde quieran (los eléctricos) y en el extremo opuesto los coches estigmatizados, diésel antiguos, que ya tienen prohibido el acceso a muchos entornos urbanos.
Ya hay fechas límite –bastante lejanas– para prohibir la venta de vehículos contaminantes (en el caso de España, 2040), pero es posible que las fechas se acorten y que se endurezcan las prohibiciones de circulación de coches con niveles de emisión de CO2 o gases tóxicos demasiado elevadas. La única salida será declararlos coches de época, con consideración de patrimonio arqueológico.
La ITV, como resultado, pasará de ser un fácil trámite a una verdadera pesadilla. Dentro de pocos años cualquier coche que no cumpla un montón de exigentes normas ambientales y de calidad no podrá obtener la luz verde para circular. Cualquier emisión contaminante estará vetada.
El comportamiento de la persona que conduce, incluso dentro de la sagrada privacidad de su habitáculo, ya es objeto de vigilancia severa por parte de las autoridades. No ponerse correctamente el cinturón de seguridad, usar el móvil, distraerse poniendo música o simplemente hacer gestos extraños, todo eso es escaneado desde helicópteros o drones. En un futuro próximo, tal vez mediante cámaras instaladas obligatoriamente dentro de los vehículos, seguramente acompañadas por sensores capaces de detectar a distancia los niveles de alcohol y otras drogas en la sangre del conductor.
Por supuesto los límites de velocidad se estrechan cada vez más. En realidad es posible que en un plazo de pocos años se establezcan en 80 o 90 km/h para las autovías y autopistas y en 60-70 km/h para el resto de carreteras –en la ciudad el límite bajará probablemente a 20 km/h. La tecnología que detecta las infracciones de estos límites avanza con rapidez, ya no se trata de radares repartidos por las carreteras, sino que dentro de poco tendremos sistemas omnipresentes capaces de monitorizar millones de vehículos y marcar infaliblemente a los que saquen los pies del tiesto.
¿Cómo escapar del cerco? Parece ser que mediante el uso de la movilidad CAE (Compartida, Autónoma y Eléctrica), que se está consolidando paulatinamente. Son coches de motor eléctrico y sistemas de conducción automática, que podremos convocar en cualquier lugar con un simple toque de smartphone (o de los artilugios que lo sustituyan). Se acabaron las multas por exceso de velocidad, los controles de alcoholemia, pasar la ITV, las zonas prohibidas en la ciudad y otras molestias que acosan actualmente a los conductores.
Jesús Alonso Millán
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