Juegos olímpicos, mundiales de fútbol u otras grandes competiciones mundiales de deporte y los derechos humanos.
Cada dos años le toca a la gente mirar (o no) juegos olímpicos o mundial de fútbol (cada 4 años cada uno). Durante algunas semanas, las televisiones quedan encendidas para ver a Usain Bolt recorrer 100 metros en menos de 10 segundos o apoyar a su equipo nacional. Semanas en las cuales, todas y todos, mujeres, hombres, jóvenes, viejos, niñas y niños siguen con muchísima atención los nuevos récords de cada uno. Puede ser deportista o no, la gente sigue el mundial de fútbol y sobre todo, los juegos olímpicos – la competición más grande del mundo, y por tanto más vista del mundo.
En ese ambiente de fiesta, adrenalina, alegría pero también decepciones, las relaciones entre cada una y cada uno parecen fortalecerse. Tan cerca de las emociones de los jugadores pero tan lejos de las realidades que se esconden (o no) detrás de la organización de esos eventos.
Brasil. Mientras está sufriendo una de las peores crisis políticas de la historia, Brasil intenta difícilmente acabar a tiempo las obras para los juegos olímpicos de ese verano. Al igual que para la Copa del Mundo de 2014, las obras se retrasaron muchísimo, perturbadas por su detención (por fallos de seguridad), por huelgas de trabajadores y sobre todo por el hecho de que son obras exageradas. Desafortunadamente, el retraso no es el único “problema” de esa (des)organización, ya murieron 11 personas en las obras – 2 de las cuales murieron tras el derrumbo de un carril bici elaborado para los juegos.
Los juegos olímpicos llegan demasiado rápido después del Mundial de Fútbol de 2014 (cuyas obras ya constaron la vida a 8 personas). Son en total 19 muertos entre los dos eventos. Esa cifra subraya las muy malas condiciones en las cuales obran los trabajadores para que se puedan acabar a tiempo todos los equipamientos. Las causas de tantas pérdidas humanas son la falta de planificación, las prisas a la hora de finalizar las obras, la falta de preparación adecuada de los trabajadores y sus jornadas excesivas. Se puede preguntar por qué Brasil se comprometió a acoger los dos eventos deportivos más importantes del mundo con sólo dos años de intervalo…
También se debe recordar el escándalo de la “limpieza” de las calles que se llevó a cabo antes del mundial de fútbol. Según El País, son 195 vagabundos que fueron matados antes de abril de 2013 (¿y cuántos después?). Nunca se podrá estar seguro del número exacto de muertos, tampoco de las medidas que se tomaron para actuar. Frente a tanta crueldad, un periodista freelance, el danés Mikkel Jensen realizó un documental, “El precio de la Copa del Mundo”, de testigos que revela que habrían matado a 121 niños con las mismas fines de “limpiar” las ciudades antes de acoger a los turistas del mundo entero.
Brasil, un país con tanta pobreza y desigualdad que quiere esconderlas al mundo entero.
Catar. Se podría regalar una palma a este país, que ya ha impuesto que se cambiaran todas las fechas del calendario anual de fútbol para poder organizar el Mundial en invierno y que, como algunos de sus predecesores está violando los derechos humanos para satisfacer el mundo tan poderoso del fútbol – a ese asunto se podrían añadir los casos de corrupción que salieron en el caso de semejantes obras:
“Para jugadores y aficionados, un estadio donde va a jugarse la Copa del Mundo es un lugar para soñar. En cambio, para algunos de los trabajadores que hablaron con nosotros puede llegar a ser una verdadera pesadilla.” Salil Shetty, secretario general de Amnistía Internacional.
Ya conocíamos los “defectos” de la FIFA en términos de dinero (hace algunas semanas, Joseph Blatter, presidente de la FIFA tuvo que dimitir por un caso de corrupción) pero el caso Catar va mucho más allá, se habla ya de centenas de vidas humanas pérdidas en las obras para el Mundial…
Los obreros vienen en mayoría de India, Nepal y Bangladesh. En su país, hacen cola para obtener un pasaporte y poder ir a trabajar en Catar. A su llegada, ven confiscado su pasaporte, así no pueden salir del país sin la autorización de los empleadores. Por supuesto, no conocen las condiciones (jornadas laborales excesivas, trabajo bajo un sol tremendo, malas condiciones de alojamiento, etc.) antes de irse, y muchos regresan a su país de origen… muertos. Según El País, ya murieron 1.200 obreros en los primeros cuatro años de construcciones, pero la cifra cambia según las fuentes. De todo modo, que sea 1 persona o 1.000 el resultado es lo mismo: se pierden vidas humanas en total impunidad para un “juego”.
Catar, un país tan rico incapaz de tratar con dignidad a sus “empleados”.
Esos dos ejemplos revelan que la esclavitud nunca ha desaparecido. Antes, eran los ricos que se aprovechaban de los pobres. Hoy en día, todavía están los ricos, todavía están los pobres, pero alguien más apareció, alguien que ayuda a que los ricos se vuelvan cada vez más poderosos. A veces es pobre, a veces es rico, y muchas veces está entre las dos situaciones. Un ciudadano corriente sentado en frente de su televisión, emocionándose porque su equipo está ganando. Esa persona somos nosotros, todos los que encendemos la tele para mirar esos juegos, alimentando a esa industria que siempre quiere más.
Firma aquí la petición de Amnistía Internacional para que la FIFA emprenda acciones contra la explotación laboral en Catar.
Elvina Mocellin
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