Fotografía: pixabay.com en Pexel

Pongamos cuatro cosas en orden lógico: la fantasía, la medición NEDC, la medición WLTP y la realidad. Hasta ahora, lo que salía del tubo de escape de los coches se medía con el sistema NEDC, es decir, era un dato teórico que los fabricantes de coches manipulaban a su antojo. Ahora se va a tener una idea más realista de la contaminación que expulsan los coches a la atmósfera, gracias a la nueva medición WLTP, que es más prolongada y en condiciones más reales de peso, velocidad, paradas y acelerones, etc., que la anterior, y que entra en vigor el 1 de septiembre de 2018.

Esta nueva medición va a suponer un gran cambio en las ventas de coches. Parece ser que actualmente solo un 20% de los coches vendidos paga el impuesto de matriculación, es decir, emite más de 120 gramos de CO2 por kilómetro. Según Faconauto, este porcentaje pasará al 70%. Un 50% de desfase no es un pequeño porcentaje de error, indica claramente que la medición NEDC era pura ficción. El aumento de precio de los coches nuevos sería de unos 1.800 euros. Así que los concesionarios están “automatriculando” coches antes del fatídico 1 de septiembre, para venderlos después como coches de segunda mano, aunque de kilómetro cero.

En esta coyuntura, apresurarse a comprar un coche nuevo antes del 1 de septiembre sería pan para hoy y hambre para mañana. En un abrir y cerrar de ojos, la oferta de coches se ha convertido en obsoleta y contaminante, excepto su parte de híbridos y eléctricos, que pueden llevar la pegatina “Eco” que les dará vía libre a cualquier parte de cualquier ciudad. El resto, aunque sean nuevos y cumplan  las normas europeas más recientes (Euro 5, Euro 6) tendrá cada vez más problemas para moverse con libertad. Si usas exclusivamente tu coche para moverte por carretera, no te importará mucho, pero la tendencia es que cada vez más ciudades, y no únicamente las más grandes, pongan trabas a la circulación de vehículos por sus calles. Los coches de motor térmico convencionales y sobre todo diésel van a ser los primeros objetivos de la prohibición.

Si tienes un coche diésel de ocho o nueve años de edad que funciona razonablemente bien,  no deberías pensar en cambiar de coche. La mejor estrategia es aguantar un tiempo con el coche viejo hasta que la industria europea del automóvil aclare sus objetivos, o bien comprar un eléctrico o híbrido y achatarrar el diésel. Ahora mismo esta industria es un inmenso barco petrolero en rumbo de colisión contra las rocas de las leyes estatales y municipales de protección de la atmósfera.

Los fabricantes claman contra la “demonización del diésel” y afirman que están dispuestos a resistir y a seguir vendiendo coches de gasoil y gasolina hasta el día del Juicio Final. La gente que necesita comprar un coche ahora haría bien en esperar y ver, antes de cargar con un trasto obsoleto y contaminante (aunque cumpla la norma Euro 6). Hay que tener en cuenta que la oferta de transporte crece sin parar: coches de alquiler, taxis, vehículos compartidos, bicicletas… hasta patinetes: muchas personas han descubierto que pueden ir a trabajar tan panchos en patinete eléctrico, que pliegan y guardan cuando llegan a su puesto de trabajo. Sin pagar ni buscar plazas de aparcamiento, sin atascos ni restricciones de ningún tipo.

 Jesús Alonso Millán

 

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