Fotografía: Pablo Charnas on Unsplash
Se acerca el invierno y sus largas y oscuras noches. Necesitaremos más luz, pero eso no quiere decir que tengamos que gastar más dinero. Mejorar la iluminación de una habitación no implica necesariamente aumentar el número de puntos de luz o su potencia. En la mayoría de los casos basta con ubicar bien las lámparas para tener más luz con menos gasto. ¿Cómo hacerlo? Aquí te damos tres pautas básicas.
Previo: aprovechar todo lo posible la luz solar.
Es necesario considerar las ventanas como una parte integral del sistema de iluminación, y en algunos casos también es posible instalar elementos que lleven la luz solar al interior de la casa instalando lucernarios, claraboyas, o tubos de luz.
1. Iluminar cada espacio de manera diferente.
¿Para qué utilizamos esta habitación? Esta pregunta es fundamental para decidir cómo la vamos a iluminar. Por ejemplo, en la cocina, conviene definir si se va a trabajar en la encimera o si hay espacio para una mesa para comer. Es la actividad que realicemos la que va a marcar la cantidad de luz necesaria.
Es importante que también tengamos en cuenta la edad de las personas que van a utilizar la iluminación. Según vamos cumpliendo años, vamos necesitando más luz y lo que en un principio era suficiente para leer en la cama o picar cebolla en la mesa de la cocina, en unos años puede que sea insuficiente.
Los datos que siguen a continuación nos pueden dar una idea de la luz necesaria para realizar actividades cotidianas. Si utilizamos esta referencia, no necesitaremos más cantidad de luz que la que aquí se indica y, por lo tanto, el ahorro puede ser importante. De menor a mayor, los niveles de iluminación de las diferentes estancias de la casa, adecuados para las tareas que en ella se realizan, podrían ser estos:
Los pasillos y escaleras requieren la iluminación justa para circular (150 lux). Dormitorios y baños necesitan poca luz general (100 lux), tan sólo algunos puntos claves de poca superficie pueden estar más iluminados (500 lux), si se tiene la costumbre de leer en la cama o utilizar el espejo. Los cuartos de estar pueden necesitan más iluminación general (unos 200 lux), pero aparte de eso, como los dormitorios, sólo requieren áreas localizadas de más fuerte luz. Las cocinas necesitan una potente iluminación general (300 lux), así como las áreas de trabajo de los escolares (500 lux).
NOTA: La luz tiene diferentes tipos de medidas que, aunque no muy utilizadas comúnmente, conviene conocer. La unidad básica de intensidad luminosa es la candela. Una candela es equivalente a la luz que produce una vela encendida, pero esta medida es poco usada fuera del circuito profesional y científico.
Las unidades más habituales son el lumen y el lux, que se usan en la vida diaria, por ejemplo para evaluar la luminosidad que es capaz de dar un proyector de vídeo. El lumen mide el flujo luminoso que sale o que proyecta un punto de luz y el lux mide la intensidad de la iluminación que cae sobre una superficie. Un lux es un lumen por metro cuadrado, y es una unidad importante, por eso la usamos un poco más arriba en este artículo.
De estas unidades se deriva la medida fundamental de eficiencia en iluminación, el lumen por vatio. Mide el flujo luminoso que podemos obtener de una potencia eléctrica determinada. Las lámparas incandescentes tienen una eficacia luminosa de 15 a 35 lm/W, los fluorescentes se acercan a 100, los LEDs llegan hasta 150, algunas lámparas de vapor de sodio pueden alcanzar 200, etc. El límite teórico máximo es algo más de 600 lúmenes obtenidos con una potencia de un solo vatio.
2. Elegir correctamente el punto donde colocamos la fuente de luz.
Este es el segundo punto a tener en cuenta si queremos optimizar nuestra iluminación de casa. En casas antiguas de techos altos (3,9 m) no tiene mucho sentido colocar fuentes de luz en el techo, mientras que esta opción es más lógica en un piso moderno de 2,7 m de altura.
El principio básico es, en general, acercar la luz a la tarea a realizar, siguiendo el principio de que es mejor una luz débil cerca que un foco potente lejos. En el ejemplo anterior, podemos actuar de dos maneras en la casa de techos altos: poner varias lámparas muy potentes en el techo o una o dos menos potentes a baja altura. De cara a tener controlado el gasto energético, la segunda opción parece la más fácil de llevar a cabo y la más sostenible.
Se trata de distribuir las luces reservando las más potentes para los puntos de actividad de las habitaciones –como un sillón de lectura– usando para el resto del ambiente una iluminación general más débil y menos focalizada. Si se necesitan algún efecto de luz para realzar alguna parte de la estancia, es mejor usar dos o tres lámparas pequeñas bien enfocadas que una grande más difusa.
3. Proporcionar un buen ambiente a la luz: colores y texturas.
Nadie tiene tu casa pintada de negro, entre otras razones porque le resultaría muy difícil y cara de iluminar, pues el color negro tiene un factor de reflexión 0. Unas paredes pintadas de blanco parecen más grandes que unas pintadas de rojo aunque tengan el mismo tamaño. Y lo parecen porque el blanco es el color que más refleja la luz. Es por ello que percibimos más luz y, por tanto, todo nos parece más grande.
En general la luz que llega a nuestros ojos no es directa sino que sufre modificaciones en los distintos objetos y en el medio que nos rodea.
Cuando un haz de luz incide sobre una superficie, una parte de él se refleja, otra es absorbida y en algunos casos otra parte lo atraviesa. Es por esto que los colores y materiales que hay en nuestros hogares contribuyen de manera notable a que veamos mejor… o peor, si no están dispuestos adecuadamente. .
Otro factor importante son las texturas. Si tenemos una mesa de cocina laminada en blanco reflejará más la luz que una mesa de madera sin pintar, ya que el laminado es más liso y pulido.
Con estos factores hay que jugar a la hora de ubicar los puntos donde se realizan actividades domésticas: lugares de trabajo, escritorios, mesas de estudio, etc. Es importante tener la mesa de estudio cerca de la fuente de luz, pero si la superficie de la misma es muy pulida, tendremos unos reflejos no deseados que nos fatigarán la vista y el puesto de trabajo se hará incómodo.
Para terminar, puede ser útil tener en mente los distintos factores de reflexión de distintos colores. Van desde el blanco (100%) al negro (0%), pasando por el color crema (65%), la madera clara (40%) o el gris pizarra (15%).
Modificado de un texto redactado originalmente para la serie “Cómo funciona la eficiencia energética”, de Gas Natural Fenosa.
Con la colaboración de Paloma Seoane Cifre y César Casado Marín.
Deja tu comentario
Debe iniciar sesión para escribir un comentario.