Fotografía: David Marcu on Unsplash
En 1972 la Organización Mundial de la Salud declaró que el ruido excesivo era un contaminante más. En las últimas décadas este problema ha ido cobrando fuerza debido al crecimiento de las zonas urbanas, donde se concentra la mayor parte de la población mundial y de las actividades generadoras de ruido.
La población de Madrid en 1960 estaba alrededor de los dos millones habitantes, ahora la ciudad y su área metropolitana cuenta con casi siete millones de personas. Esto se traduce en más actividad, más coches y por lo tanto en más ruido, es decir, en contaminación acústica. Y esta situación no ocurre solo en Madrid, se puede observar en casi todas las grandes ciudades, de hecho más de la mitad de la población actual vive en una ciudad.
Pero, ¿qué pueden hacer nuestras ciudades para hacer frente a este problema?
Tras la Directiva Europea 2002/49/CE, sobre evaluación y gestión del ruido ambiental, todas las ciudades con más de 250.000 habitantes están obligadas a elaborar mapas de ruido. Estos mapas permiten identificar zonas de acción prioritarias y de protección, además de ayudar al urbanismo futuro, ya que con los mapas de vulnerabilidad se puede tener en cuenta el entorno sonoro a la hora de construir.
Un ejemplo de acciones llevadas a cabo aplicando el mapa de ruido es el caso de A Coruña. El Concello durante el 2017, tras aprobar el Plan de Acción en Materia de Ruido, puso en marcha la Red de Vigilancia de la Contaminación Acústica que consiste en utilizar medidores de ruido en contínuo en las zonas más problemáticas bien por el tráfico, ocio nocturno o zonas industriales.
En las zonas de ocio nocturno, problemáticas para esta ciudad, se han llevado a cabo varias medidas: se han instalado sonógrafos en los locales, se ha establecido una distancia mínima de 25 metros entre locales dedicados a esta actividad, y para las zonas más problemáticas –como el barrio de Orzán-Socorro– se han creado las Zonas Acústicamente Saturadas y las Zonas de Especial Protección donde queda prohibida la concentración de personas entre las 22:00 y las 08:00 horas para evitar la formación de los llamados “botellones”.
Como se calcula que el 80% de la contaminación acústica se debe a la circulación de vehículos a motor las mayoría de las ciudades europeas están llevando a cabo, o preveen en sus planes de acción, medidas para reducir el tráfico en sus calles y el ruido que produce. ¿Cómo? Principalmente mediante la reducción de la velocidad a 40-30 km/h, la instalación de barreras sonoras, el soterramiento de grandes vías de circulación (un ejemplo es el caso de la M-30 en Madrid), la habilitación de aparcamientos disuasorios en el extrarradio, el ensanchamiento de las aceras y el aumento de las zonas peatonales, sobre todo en áreas de la zona centro.
Otras medidas con el mismo objetivo y que cada vez están ganando más terreno en nuestras ciudades son los autobuses eléctricos, los servicios de coches –y motos– eléctricos compartidos y la bicicleta compartida como BiciMAD en Madrid o Vélib’ en París.
Pero no es solo el ruido producido por los motores lo que produce contaminación acústica por tráfico. El ruido que se genera por la fricción de los neumáticos contra el asfalto es un foco importante de contaminación. Este problema se puede solucionar mediante la utilización de asfaltos fonoabsorbentes. En Valencia, por ejemplo, se consiguió con su instalación en la avenida Peset Aleixandre bajar los niveles de ruido 6 decibelios.
¿Y nosotros como individuos qué podemos hacer para que nuestra casa esté libre de contaminación acústica?
Una de las medidas que mejor funcionan son las ventanas herméticas dobles, pero cuidado con la instalación, de poco sirven las ventanas si el perfil o la caja de la persiana está mal instalada. Hay una amplia variedad de aislantes para tabiques y techos que nos pueden ayudar a que nuestra casa sea un lugar con un ambiente sonoro agradable, como las planchas de caucho, polímeros o fibras textiles.
Eso sí, nuestra cultura tiene mucho que decir en este problema del ruido. Por muchos aislantes que pongamos y medidas que apliquemos, si nuestra conducta no cambia y vemos la televisión con el sonido a niveles estratosféricos, hablamos a voces en las terrazas y ponemos la música como si nuestra casa alojara un festival de música veraniego, mucho nos va a costar acabar con la contaminación acústica.
Fuentes:
INE
Ayuntamiento de A Coruña
Ayuntamiento de Madrid
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