Cumpliendo nuestra obligación, hemos leído el informe de la Sociedad Española de Oncología (SEOM) y se nos han puesto los pelos como escarpias. Por ejemplo, página 9: “uno de cada dos hombres y casi una de cada tres mujeres tendrá cáncer a lo largo de su vida”.
En cuanto a las causas, según la SEOM, un tercio de la mortalidad por cáncer se debe a causas evitables, de estilo de vida, es decir consumo de tabaco, alcohol, obesidad, malas dietas, sedentarismo. El estilo de vida insaludable, que elegimos nosotros mismos más o menos voluntariamente, es el gran enemigo según las autoridades sanitarias. Como resultado, el tabaco y el alcohol están fuertemente gravados con impuestos y su venta se ha limitado mucho en los últimos años. Y se plantean nuevos impuestos a ciertos alimentos muy relacionados con la obesidad, como el azúcar. Incluso se está incentivando el ejercicio físico con dinero, por ejemplo, pagando a la gente que va en bicicleta al trabajo, como ocurre en París.
Pero la SEOM también dice algo significativo: dentro de algunos años llegará “el aumento de cáncer de pulmón atribuible a la contaminación”. Las referencias al factor ambiental en el desarrollo del cáncer son escasas en los medios de comunicación. En general, se prefiere insistir en que debemos cambiar nuestro estilo de vida, dejar de fumar, de beber y de comer donuts, y hacer deporte. Pero ¿qué hacemos con los cancerígenos presentes en el medio ambiente, que no podemos evitar o que podemos evitar muy difícilmente?
Si vamos a la página web de la IARC (Agencia Internacional de Investigación del Cáncer) veremos que nuestro estilo de vida puede incluir varios productos de la temida lista del Grupo 1, que recoge aquellos cancerígenos probados. Estos carcinógenos forman parte de nuestra vida desde hace tiempo (miles de años en el caso del alcohol, cientos en el del tabaco). No solamente estamos expuestos a ellos, sino que los ingerimos, fumamos o bebemos de manera voluntaria. Por ejemplo: carnes procesadas, bebidas alcohólicas, etanol en bebidas alcohólicas, humo de tabaco en fumadores pasivos, tabaco fumado, tabaco aspirado o mascado.
Pero la IARC reconoce más de un centenar de agentes de Grupo 1. Y muchos de ellos están en nuestro medio ambiente de manera tal que resulta difícil evadir su presencia. Por ejemplo, formaldehído (muy usado en infinidad de productos), benzopireno (se puede encontrar en muchos alimentos), lindano (un pesticida muy usado), benceno (muy usado en la industria) cloruro de vinilo (usado en la industria, muy tóxico para los trabajadores), otros productos y subproductos industriales como el óxido de etileno, dicloropropano, tricloroetileno, bifenilos policlorados, etc, etc.
También hay cancerígenos en materiales de construcción a los que podemos estar expuestos cotidianamente, como nos recuerda el caso del amianto (más conocido en su forma de chapas de Uralita en España). Estos carcinógenos pueden estar presentes en los techos, paredes y otros elementos de nuestras casas, ejerciendo su efecto adverso durante largo tiempo. Por ejemplo: amianto en cualquier forma; sustancias minerales que contienen asbesto, polvo de sílice, serrín, cadmio, cromo, compuestos de níquel, aceites minerales.
Hay un apartado especialmente peligroso de los cancerígenos, porque su dispersión por el medio ambiente es amplia y continua. Se trata de los producidos por la quema de combustibles fósiles, carbón, petróleo y sus derivados. Por ejemplo: carbón (emisiones procedentes de su combustión en los hogares), gases de escape de motores diésel, contaminación del aire en el exterior por partículas.
Y hay muchos más, especialmente preocupantes, como la exposición a cancerígenos por los trabajadores de diferente ramos. Un cancerígeno omnipresente pero relativamente fácil de evitar es la luz solar, que nos acompaña desde que existen seres humanos. La exposición a niveles peligrosos de radiación ultravioleta, en cambio, puede ser de origen humano. Algunos expertos opinan que el protocolo de Montreal que redujo la emisión de sustancias destructoras del ozono evitó millones de cánceres de piel. ¿Qué más podríamos hacer para frenar la epidemia de cáncer mejorando nuestro medio ambiente?
Empezar a quitar los coches de las ciudades y fomentar transportes alternativos y sostenibles tiene que ser el futuro para reducir la contaminación.