El “Brexit” puede tener consecuencias insospechadas en la actual encrucijada de lucha contra el cambio climático… y muchos otros problemas.
Europa se rompe. La crisis de los refugiados ha ido demasiado lejos y los ingleses dicen que se van. A esa supuesta aceptación de lo diferente, de lo “no-anglo”, se le ha acabado el carrete. O quizá los motivos vayan más allá, y el problema sea un poquito de todos. Sea como fuere, el pueblo ha hablado. Particularmente no sé realmente cómo afecta y afectará el Brexit a la vida de los ingleses y de los inmigrantes que allí viven, o a los ingleses que viven fuera del reino. Ni siquiera sé si todo este revuelo es una llamada de atención que acabará con una palmadita en la espalda y una piruleta o si la pataleta será definitiva. Pero hay algo que me preocupa: ¿qué pasará con el medio ambiente? ¿Se verá afectada la política ambiental europea?
En este referéndum no solo se ha votado una salida sino a un partido que ha defendido a capa y espada el euroescepticismo. Este partido es el UKIP (UK Independent Party), y entre las razones que aparecían en su programa “100 days till the election, 100 reasons to vote UKIP” encontramos: Derogar el Climate Change Act de 2008 ya que supone un gasto de 18 millones de libras al año, cortar los subsidios a las energías renovables (“green leavies”) dado que no aportan nada a las facturas de la electricidad o permitir que el Parlamento pueda votar sobre alimentos OGM. En general, parece que no quieren cortar diametralmente con las políticas medioambientales, pero sí hacerlo a su manera y hablando solo de costes económicos pero no de beneficios. De esta posición nada clara parecen surgir las dudas sobre el futuro ambiental de Reino Unido y de Europa.
Como ejemplo el glifosato, un compuesto del que ya os hablamos aquí, y sobre el que se debate en la UE para prohibir su uso. En Reino Unido los sindicatos agrarios son el grupo de presión más importante en contra de su prohibición.
En la actualidad se habla de hitos históricos en la lucha del clima, de uniones entre países situados en las antípodas ideológicas. Solo espero que Reino Unido no deshaga el camino andado solo por revanchismo, ya que el 70% de la legislación en materia ambiental es europea, sino porque tenga argumentos de peso para hacer las cosas de otra forma mejor. No puede bajar la guardia en esta lucha ya que es uno de los países europeos que han sufrido, y sufre, mayores pérdidas económicas en los últimos años como consecuencia de fenómenos meteorológicos y climáticos extremos, según datos de la EEA (Agencia Europea de Medio Ambiente).
Esta encrucijada también puede que se torne en favor del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático, que se declare una huelga a la japonesa y se pongan las pilas ambas partes.
Quizá, el hecho de que Reino Unido haya votado algo que ha sembrado el pánico en la Unión Europea, sea el punto de inflexión de los procesos democráticos. Esta Unión está falta de democracia desde las bases, y esta situación puede que se tome como referencia y no nos vuelvan a preguntar nada. Para muestra un TTIP.
María Perona