Desde un cierto punto de vista, una ciudad es la suma de muchos miles de huellas ecológicas. Madrid reúne tres millones. Cada huella ecológica es la cantidad de terreno que una persona necesitaría para vivir, sumando el campo de cultivo necesario para cultivar los alimentos que consume, el terreno dedicado a tratar los residuos que produce, o el trozo de embalse que le corresponde para acopiar el agua que consume, etc. La huella ecológica media en España es actualmente de tres hectáreas aproximadamente, así que, haciendo números, la huella ecológica total de Madrid sería de unos 9 millones de hectáreas –el tamaño de Portugal.
Esta huella ecológica se puede reducir. Por ejemplo, si disminuimos nuestro consumo de carne, podremos achicarla sustancialmente, porque criar ganado necesita mucho más terreno que cultivar vegetales. Así que ya sabemos, abandonemos el chuletón. Claro que esto sucedería en campos situados a cientos o miles de kilómetros de nuestro domicilio. Pero, qué podríamos hacer para reducir nuestra huella ecológica “interna”, la que se manifiesta dentro de la ciudad?
Imagina tres millones de huellas ecológicas “internas” superpuestas en apenas 100 kilómetros cuadrados, es el caso de Madrid. Si queremos una ciudad habitable y sostenible, deberíamos hacerlas más pequeñas. Esto quiere decir que deberíamos dejar de usar o hacer cosas que son patadas directas al bienestar de nuestros vecinos, por ejemplo:
• Tener un sistema de calefacción central sin termostato ni posibilidad de regulación. Si es de gasóleo o de carbón (todavía existen algunos) mucho peor. Estas calefacciones emiten grandes cantidades de CO2 y de gases contaminantes –que caen directamente sobre tus vecinos– sin provecho para nadie.
• Utilizar un coche de combustión. Los coches con tubo de escape no deberían ser usados para el transporte cotidiano en la ciudad: llenan los pulmones de los peatones de gases contaminantes, hacen mucho ruido y ocupan mucho espacio. Y mucho menos si son esos armatostes SUV de una o dos toneladas de peso que se han hecho populares últimamente. Los vehículos apropiados para la ciudad son los eléctricos, la bicicleta y el transporte público.
• Producir más de 2 kilos de residuos por persona y día. No podemos generar residuos sin tasa, esperando que desaparezcan mágicamente gracias al sistema de recogida. Mucha gente se queja de la suciedad de las calles sin caer en la cuenta de su responsabilidad. Separar pulcramente los residuos es un deber cívico y no cuesta nada.
• Poseer un gran balcón sin una triste planta. También somos responsables de las partes mejores del paisaje urbano. Cada ciudadano que ofrece a los demás un balcón con plantas bien cuidadas –aunque sea un par de macetas– hace más por la ciudad que mil discursos ecologistas.
• Colocar un compresor de aire acondicionado justo debajo de la ventana del vecino. El vecino suele contraatacar cerrando su ventana e instalando otro compresor, creando una espiral de violencia acústica que termina convirtiendo el antiguo fresco y tranquilo patio de ventilación en una sauna ruidosa.
Hay muchas más acciones a tomar o a evitar, cada uno puede hacer su propia lista. Somos corresponsables de la calidad de nuestra ciudad, y en una parte no pequeña. Podemos y debemos hacer mucho para mejorar nuestra vida y la de nuestros vecinos. Reduce tu pisotón ecológico interno: ganarás en salud, ahorrarás dinero y mejorarás el paisaje de tu ciudad.