El planeta ha perdido casi un tercio de su tierra cultivable. La erosión y la contaminación han hecho que gran parte del suelo del planeta sea incapaz de soportar los cultivos. Es lo que reveló en 2015 un estudio del Grantham Center For Sustainable Futures de la Universidad de Sheffield.
El abastecimiento alimentario, los efectos del cambio climático, la salud de la población (cada vez más enferma, más gorda, y más pobre, como sugiere el Dr. Leonardo Trasande en su libro “Sicker, Fatter, Poorer: The Urgent Threat of Hormone-Disrupting Chemicals to Our Health and Future . . . and What We Can Do About It”), las migraciones climáticas, entre otros no menos relevantes asuntos, se han convertido en los problemas más importantes del siglo.
Una visión de los alimentos y la agricultura ecológica en 2025, es una investigación publicada en 2008 por la plataforma tecnológica europea TP Organics, en la que se incide en el potencial de la agricultura ecológica y el desarrollo sostenible de la producción de los alimentos, como potente herramienta para mitigar problemas que van desde efectos del cambio climático hasta la seguridad alimentaria, pasando por toda una serie de retos socioeconómicos en las áreas rurales.
La investigación señala que: “…los sistemas de agricultura y producción de alimentos ecológicos constituirán un acercamiento prometedor e innovador a los problemas que se enfrenta la Unión Europea en este campo. La producción ecológica impulsará el desarrollo económico de las zonas rurales, contribuirá a aumentar los ingresos de los agricultores creando empleo durante más de tres décadas. Al mismo tiempo, la producción ecológica favorecerá el desarrollo de bienes públicos debido a sus características intrínsecas de protección medioambiental, fomento animal y colaboración con el desarrollo rural. El diálogo entre poblaciones rurales y urbanas mejorará considerablemente y se fortalecerá la colaboración entre consumidores y compradores.”
En la recta final de 2020, estamos cambiando nuestros comportamientos y adaptándonos a los protocolos de seguridad sanitaria frente a la pandemia para continuar nuestras actividades en la “nueva normalidad”. Es sin duda el momento ideal para plantearnos dar un giro a nuestro estilo de vida, para optar por alimentos frescos, de cercanía, de temporada, ecológicos, con denominaciones de origen…; para animarnos a preparar nuestro propio menú y alejarnos de los alimentos procesados, lejanos, ricos en sustancias que ponen en riesgo nuestra salud (grasas, azúcar, sal, conservantes, etc.). En definitiva es momento de abrir los brazos a la Estrategia europea “De la granja a la mesa” (From Farm to Fork).
Es también momento de demandar marcos regulatorios más exigentes contra la crueldad hacia los animales de granja, una práctica aún habitual en España, de acuerdo con la asociación Igualdad Animal. De manera similar, la Unión Europea ha denunciado el peligro para la salud derivado del uso de antimicrobianos para animales de granja y de acuicultura, otra práctica frecuente dentro del país.
Por otra parte, el uso de plaguicidas contribuye a la contaminación del suelo, del agua y del aire. Exijamos compromisos más ambiciosos y cuantificables, intentando ir más allá del actual Plan de Acción Nacional (PAN-España) sobre el uso de plaguicidas, que la misma Comisión Europea definió como “poco ambicioso” en su informe de resultados sobre el uso sostenible de plaguicidas en 2020.
Se requiere la normalización del etiquetado frontal de los alimentos envasados, que incluya información nutricional y propiedades saludables de los alimentos en formato visible y llamativo. Así, los consumidores podremos adoptar decisiones saludables y con conocimiento de causa de los que elegimos. Actualmente no existe un sistema europeo armonizado obligatorio, cada Estado es libre de diseñar su sistema de etiquetado adaptado a los consumidores y empresas alimentarias nacionales. En el siguiente enlace se puede consultar el Documento de trabajo de la Comisión Europea sobre la evolución de la legislación sobre las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos.
Se requiere más espacios urbanos y normativas que faciliten la comercialización de productos locales y ecológicos, procedentes de agricultura y ganadería no intensiva con una baja huella ambiental.
Una oferta variada y accesible de alimentos frescos, de temporada y de proximidad impulsará a la ciudadanía al consumo alimentario sostenible y saludable. Contribuirá a la economía local y a la recuperación sostenible de tierras de cultivo y para la ganadería, a la conservación de la biodiversidad y el paisaje, al mismo tiempo que atraerá el interés de las poblaciones urbanas hacia el medio rural con una oferta educativa, de turismo y ocio ecológico. Esta es la herramienta para mitigar los efectos del cambio climático asociados a la explotación animal y a las tierras de cultivo y dirigirnos al Green Deal europeo.
Fotografía: José Vicente De Lucio. Trabajos de siega realizados por la cooperativa Los Apisquillos en Puebla de la Sierra, Madrid.
Cecilia Barrera Gamarra
Fundación Vida Sostenible
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