Vivir sin lavadora no es fácil. Sea una lavandería de barrio (una opción rara en España) o una máquina de nuestra propiedad, esta máquina genial recibe ropa sucia y la devuelve limpia y ligeramente húmeda en algo menos de una hora de trabajo. Pruebe a lavar la ropa a pisotones en la ducha y verá la diferencia.
Todas las lavadoras ayudan, pero las modernas tienen motores eléctricos muy eficientes y silenciosos, sensores que determinan hasta el grado de suciedad de la ropa y permiten ahorrar mucha agua y otras virguerías electrónicas. Bueno, ya podemos imaginar que tenemos una lavadora A+++ en casa, una buena máquina que gasta poca agua y poca energía, y que ni siquiera hace mucho ruido.
¿Y entonces qué hacemos?
Lo que hacemos es enfrentarnos a la ropa con criterios violentos. Pensamos en la peor mancha que podamos imaginar, una plasta reseca de aceite de motor por ejemplo, y creemos que toda nuestra ropa está así, y que requiere un tratamiento enérgico. Para ello, conectamos la máquina a elevada temperatura, ponemos el programa más largo que haya, con prelavados y postlavados hasta aburrir, y añadimos dosis generosas de detergente, el más potente que podamos encontrar.
La ropa sale, naturalmente, con la consistencia del cartón duro, y es necesario continuar el lavado, añadiendo suavizante, complementado con algunos cacillos de blanqueante y alguna sustancia que añade frescor (?) a la ropa. El resultado final es una ropa casi arrasada y machacada, de la que se ha extraído hasta la última partícula de suciedad por medios agresivos. Otro resultado es que nuestra factura por detergentes y anejos no para de crecer (un envase mediano de lavarropas puede salir por 8 euros) y la ropa no gana en apresto, sino más bien al revés, se apelmaza progresivamente sometida a este tratamiento.
Es hora de cambiar por completo nuestra relación con la lavadora. Aunque no lo creas, el 99% de la ropa apenas está sucia. Suele estar contaminada con partículas desprendidas de la piel, sudor y polvo atmosférico, nada serio. Dejando aparte el 1% más problemático, que lo hay, de manchas de verdad (chocolate, vino, grasa, etc.) para un tratamiento especial y de precisión, el 99% restante se puede lavar muy bien gastando una décima parte de lo que gastamos ahora en detergentes y anejos y reduciendo incluso nuestra factura de la luz y la de consumo de agua.
La idea general es no preocuparse en exceso por la ropa. Fija un día o dos a la semana en que tengas suficiente material para llenar por completo el tambor, elige el programa más corto que haya (siempre que sea completo), coloca la temperatura en “frío” y ya puedes empezar.
Usa entre la mitad y la cuarta parte de la cantidad de detergente que solías usar. Un buen truco, mucho más si es detergente en polvo, es diluirlo previamente en agua. Evitarás manchas blanquecinas y multiplicarás la eficiencia del lavado. También eliminarás el efecto ropa de cartón, con lo que te ahorras el suavizante (que tampoco es gratis).
Un paso más es fabricar tu propio jabón, cosa muy fácil de hacer. Aquí te proporcionamos una receta infalible. Solo necesitas una pastilla de jabón corriente (si lo has fabricado tú mismo, mejor todavía), un rallador, agua caliente y un envase. Este truco te garantiza un ahorro del 90% como mínimo en tus gastos de consumibles para lavadora. Para acabados especiales y ropa rebelde o que no huele todo lo bien que deberías, puedes usar bicarbonato y vinagre. Es así de fácil.
Parece buen planteamiento para vivir sin la lavadora, pero sin duda en muchos otros casos es necesaria. Me ha gustado vuestro punto de vista. ¡Felicidades por el post!