Hacia 1965 se disparó el interés por el año 2000 y lo que pasaría después. Se publicaron muchos libros y artículos sobre el asunto, con diferentes puntos de vista y métodos de exploración. Por lo que respecta al ecosistema doméstico, muchas de las prospecciones del futuro son lógicas y sin sorpresas, como la electrificación del ecosistema doméstico y la erradicación de combustibles sucios como el carbón. También la progresiva “aristocratización” de los hogares mediante la introducción de elementos reservados al principio a las clases ricas. Así, el Frigidaire pasó de enfriar los sorbetes de las cenas de la alta sociedad a guardar la compra cotidiana, ya en la forma de vulgar frigorífico. La popularización del automóvil también estaba prevista desde hace mucho tiempo. Otras predicciones ampliamente consensuadas, en cambio, fallaron estrepitosamente, como las tres que se describen a continuación.
Vuelos hipersónicos
En 1967, se daba por sentado que en el año 2000, o antes, se podría tomar un avión en Londres y estar en Sídney en menos de dos horas, poco más tiempo que el que se tardaría desde casa al aeropuerto. Esta predicción parecía completamente irrebatible: si en 1935 los aviones comerciales de motor de pistón volaban a 350 km/h, y en 1955 los jets pasaron a hacerlo a 950 km/h, era lógico pensar que en 1975 lo harían a 3.000 km/h y en 1995 a 10.000 km/h, suficiente para unir la ciudad australiana y Londres en menos de un par de horas.
No fue así, ni de lejos. El avión de pasajeros supersónico Concorde funcionó desde 1978 a 2003, tenía una velocidad máxima de 2.400 km/h, fabricó menos de 15 unidades y fue un fracaso comercial completo, un caro capricho tecnológico sin viabilidad. Lo mismo le pasó al supersónico soviético Tu-144, que estuvo en servicio mucho menos tiempo. El jet de pasajeros de 1953 sigue volando en 2022, con extraordinarios refinamientos técnicos añadidos, pero sin abandonar su forma básica ni su velocidad, definidas hace casi tres cuartos de siglo. Tampoco nadie pudo prever hace medio siglo el flygskam, la vergüenza de volar. En aquella época los pasajeros aéreos eran un porcentaje ínfimo de la población, y sentían más bien orgullo de volar.
Imprimir el periódico en casa
Internet fue el caso contrario, en este caso la predicción se quedó corta. En la década de 1960 se tenía claro que estaba próxima la implantación de una red de comunicaciones global (Arpanet, predecesora de internet, funcionaba ya en 1969). Pero los futurólogos fueron tímidos en este caso. Se visualizaba algún tipo de terminal de comunicaciones en cada casa conectado a una red regional, pero no el ordenador personal con pantalla de alta definición conectado a una red mundial, y menos su versión smartphone. Parece ser que se pensaba más bien en hacer preguntas por teléfono a un ordenador central que las contestara verbalmente o que enviara información a un dispositivo en la vivienda, por ejemplo una impresora que pudiera imprimir los periódicos del día. Otras veces la restricción fue más bien psicológica. El fracaso del Picturephone, el sistema de videollamadas de AT&T implantado en 1964, retrasó esta tecnología al menos cuatro décadas. Aparte de costes elevados y calidad pésima, muchas personas no se sentían cómodas hablando y viéndose por teléfono.
Microvehículos para la ciudad
“Se prevé que el coste del automóvil ascenderá notablemente porque, para 1980, llevarán incorporados mayores elementos de seguridad y de anticontaminación. … para 1980 de los tres principales problemas que presenta el automóvil –seguridad, contaminación y congestión– los dos primeros estarán, prácticamente resueltos, restando solo el de la congestión”. Esta era la opinión general de los expertos, expresada en el Symposium sobre nuevos productos y técnicas del Salón Internacional del Automóvil de Barcelona, celebrado en 1972 (1). En 2022 la seguridad de uso del automóvil ha mejorado bastante (aunque en 2021 hubo casi 20.000 muertos en accidente de tráfico en la UE). La contaminación también se ha reducido porcentualmente, pero los coches siguen lanzando por el tubo de escape gases tóxicos como los óxidos de nitrógeno, amén de micropartículas en suspensión. Los expertos de 1972 eran demasiado optimistas.
La solución del tercer problema del automóvil, la congestión achacable a la excesiva ocupación de espacio que supone por pasajero transportado, se había esbozado ya unos años antes, en 1967. Según una seria investigación sobre el futuro de los transportes (2), “La evolución del automóvil empezó a seguir dos líneas divergentes, (una para la ciudad, la otra para carretera) hacia 1965”. El coche para la ciudad del año 2000 no tendría ruedas ni motor –navegaría sobre cojín de aire mediante suspensión magnética– y tendría el tamaño justo para acoger uno o dos pasajeros en una especie de diminuto cubo móvil. Compárese esta idea con los SUVs diésel de cinco metros de largo que dominan las ciudades en 2022 y se verá cuánto falló el tiro el experto de 1967.
Nuestro horizonte temporal principal es el año 2050, umbral importante en que se prevén muchos cambios radicales en nuestra sociedad, empezando por la reducción a cero de la emisión de CO2, mediante medidas como la prohibición de los coches de motor térmico hacia 2035. Parte de este guión es plausible, pero habrá grandes sorpresas que ahora apenas podemos imaginar. Algunas ya se están esbozando, como un abastecimiento de energía para el ecosistema doméstico a base de biomasa y fotovoltaica, con un crecimiento tan rápido de la autosuficiencia energética que permita superar sin mucho daño el oil crash.
Jesús Alonso Millán
(1) Información Comercial Española, nº 466, 1972.
(2) E. Jantsch, O. Helmer, H. Kahn: Pronósticos del futuro. Alianza Editorial, 1970.
Imagen: un modelo de juguete del Boeing 733 supersónico con los colores de Lufthansa, hacia 1965. Museo del Juguete de Núremberg. Europeana.
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