Una y otra vez, las encuestas de opinión cuentan cosas como esta:
“Los ciudadanos se muestran favorables a subir los impuestos ambientales, pero no a renunciar al coche en vacaciones”.
“Encontramos además que todavía se reconocen muchos comportamientos no sostenibles: el 73% de las personas todavía están comprando productos nuevos en lugar de optar por los de segunda mano, el 71% adquiriendo productos preenvasados en lugar de ir a la compra con envases rellenables, y un 65% se mueve en coche, en vez de caminando o en transporte público”.
En resumen, el personal quiere salvar el planeta, pero luego no coge el transporte público, ni lleva sus envases rellenables a la tienda o supermercado, ni compra artículos de segunda mano. Todo esto da la sensación de que el estilo de vida sostenible consiste principalmente en una conducta virtuosa, una vida de santidad ambiental que no llevamos a cabo por flojera.
Pero no es así. Entonces, ¿qué diantres significa un estilo de vida sostenible? Tal vez podamos ver primero lo que no significa:
- No consiste (únicamente) en pequeños gestos, “pequeñas acciones del día a día”, como apagar la luz o cerrar el grifo para que no corra el agua inútilmente. Por el contrario, puede basarse en acciones de cierto calado, como gastar bastante dinero en colocar paneles fotovoltaicos en el tejado de la casa. O en la decisión heroica de quitarse un gran gasto de encima vendiendo el coche y comprando una bici eléctrica.
- No es un conjunto de reglas de conducta que hay que seguir con devoción. Consiste más bien en aprovechar las muchas oportunidades que se presentan para vivir mejor, ahorrando dinero y consiguiendo más tiempo libre. Por ejemplo, coger coches compartidos en lugar de atarse a un coche en propiedad.
- No se refiere únicamente a un “consumo responsable”. Hay muchas maneras de ejercer un estilo de vida sostenible sin consumir ni comprar nada. La lista de cosas que no necesitamos puede ser muy larga. En materia de alimentación, por ejemplo, tenemos que comenzar a cocinar, por introducir en nuestra dieta productos frescos o poco elaborados, locales y de temporada..
- No necesita caramelos ni recompensas, puede ser simplemente una obligación cívica, como no escupir en el suelo. Colocar cada residuo en su contenedor no debería necesitar acumular puntos vía app cada vez que lo haces bien.
- No supone (necesariamente) reducir nuestra huella ecológica. Puede haber aspectos de nuestra vida en que necesitemos consumir más recursos. La penuria es completamente insostenible.
- No depende solo de la ciudadanía. Las empresas y los gobiernos deben hacer su parte. Un ejemplo es el etiquetado de la carne que indique su modo de producción y el grado de bienestar animal, como el que existe para los huevos. Hasta que no dispongamos de una herramienta potente como esta, seguiremos dando palos de ciego a la hora de comprar carne si queremos evitar el maltrato animal. Otro ejemplo es el insosteniblemente alto precio de la electricidad.
Y una cosa que sí es el estilo de vida sostenible: es completamente ecléctico. Se basa en aprovechar las oportunidades que se presentan, más que en seguir esquemas rígidos. Las guías de buenas prácticas ayudan, pero al final las soluciones las puede perfectamente buscar uno mismo. Hay infinidad de oportunidades en climatización (un ventilador de techo bien situado en lugar de un acondicionador de aire), transporte (caminar en lugar de coger el autobús en trayectos cortos), alimentación (un recetario de cocina en lugar de comida preparada), etc.
Una vida sostenible no es algo que se ejerce cuando se dispone de tiempo y dinero suficiente. Es justo al revés: una vida sostenible proporciona tiempo y dinero… y salud. Aquí te contamos cómo hacerlo.
Deja tu comentario
Debe iniciar sesión para escribir un comentario.