¿Qué alimentos podemos comprar que sean a la vez sanos, de buen precio y buenos para nuestro planeta? Es decir, sostenibles. Hay muchos aspectos a tener en cuenta, aquí os damos una versión compacta basada en siete criterios.

Aditivos
Los aditivos no son ingredientes, se identifican por su sigla oficial E-xxx o a veces como añadidos al producto, por ejemplo “tartrazina”. Conviene rechazar cualquier producto con más de uno o dos aditivos. Un número excesivo de aditivos indica un alimento de mala calidad, que necesita maquillar su aspecto, sabor y color para tener un aspecto aceptable.

Ingredientes
Unas galletas de chocolate y mermelada de naranja tendrán por necesidad más ingredientes que unas sardinas de lata, pero aquí se trata de distinguir entre un número de componentes lógico y los que se usan para disfrazar la mala calidad del producto, por ejemplo “sacarosa” “grasa de palma”, “proteína de soja”, “dextrosa”, “aceite vegetal”, etc. Por ejemplo, un pan con catorce ingredientes es inaceptable.

Relleno dopante
Un pastel debe contener azúcar, pero ¿unas albóndigas? ¿Qué pinta el aceite de palma en unas galletas? ¿Es necesario añadir tanta sal a las patatas fritas? Azúcares, grasas hidrogenadas, sal, aceite de palma y otros compuestos se añaden a los alimentos como relleno para volverlos más sabrosos, untuosos, palatables, crujientes, etc. En resumen, para convertirlos en irresistibles, casi adictivos. Por esta razón, nos acabamos sin darnos cuenta la bolsa de snacks o la caja de galletas. Detecta esta especie de “relleno dopante” que se añade a toda clase de alimentos para evitar comprarlos.

Obtención esquilmante o sostenible
Determinados alimentos, como los langostinos o la carne de ternera, tienen un impacto ambiental muy  pesado. Por cada kilo de langostinos podemos contar la extensión de manglar arrasado y por cada kilo de carne de ternera los kilos de CO2 emitidos a la atmósfera. En contraposición, muchos cereales tienen un impacto mucho menor, sobre todo si usan pocos fertilizantes y ningún pesticida, y las sardinas pueden pescarse año tras año en gran cantidad de manera sostenible, sin que su número disminuya. NOTA: es fácil plantearse a la baja el consumo de carne, pero otros productos más concretos pueden no ser fáciles de detectar.

Aspecto
El empaquetado es un buen indicador de la calidad del producto. Los envoltorios muy aparatosos de colores brillantes suelen indicar contenidos deficientes, así como los envases multicapas. En este caso compramos envases desechables, es decir residuos, a precio de comida. Son preferibles envoltorios discretos a base de vidrio, papel y tela.

Distancia
Un criterio que puede ser difícil de utilizar: las distancias cortas son preferibles a las largas. Sería estupendo que pudiéramos alimentarnos con comida criada a no más lejos de 100 km de nuestra casa, pero eso puede ser difícil. El criterio debería ser el impacto ambiental: traer garbanzos de México por barco es asumible, pero traer fruta fresca por avión desde la otra punta del mundo puede ser exagerado, aparte de muy caro.

Temporada
La frescura suele ser un criterio infalible de calidad. La alimentación de productos de temporada nos garantiza el mejor precio, que el almacenamiento no ha sido prolongado y además una cierta secuencia de comidas que sigue el ritmo de las estaciones: castañas en invierno y melones en verano, y que es lo mejor para nuestra salud. NOTA: las conservas no tienen nada de malo. Unas sardinas de lata o la col fermentada y envasada (choucrute) son alimentos de la máxima calidad.