Meandro el melero, embalse de Gabriel y Galán, Cáceres, Extremadura.
Fotografía : Gonzalo Nogales Solórzano
¿Cuándo lloverá? miramos al cielo en busca de nubes grises cargadas con millones de litros de agua, pero… últimamente no vemos muchas…
¡Sequía a la vista! Estamos a la espera de que se confirmen las peores profecías y es que España corre el riesgo de sufrir una de las peores sequías de los últimos tiempos. Recordemos que ya hubo una sequía importante en el año 2012, comienzos de la década de los 80, principios de los 90 y entre los años 2005-2008.
El mes de mayo remata con un 23% menos de precipitaciones respecto a la media de los últimos 30 años, se ha registrado una temperatura de 1,7 grados más que la media de lo habitual, viviendo la primavera más calurosa desde 1965 según la AEMET (agencia estatal de meteorología), además a esto se le añade una escasez de precipitaciones.
Y el verano no va mal encaminado a seguir el mismo sendero. Las altas temperaturas provocan una mayor evaporación, que consiste en la transformación del líquido (agua) a estado gaseoso y la consecuente pérdida de masa de agua en la superficie. Agravando así la situación de sequía, vamos, como la pescadilla que se muerde la cola. La sequía es como un monstruo silencioso, al principio se va acercando poco a poco, sigilosamente, lo comenzamos a percibir en los niveles de los embalses, pero sobre todo en el impacto en la agricultura.
Hasta ahora, los embalses de la cuenca del Duero son los más afectados, su capacidad está al 36,7% por debajo del 44% de la reserva hidráulica nacional según fuentes del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (Mapama). Es la tercera cuenca más baja detrás de la cuenca del Segura, al 18,1%, y la del Júcar, al 29%. Esto ha provocado la alerta de sequía en varias cuencas de España. Según los expertos la situación podría producir una gran sequía en el conjunto del país incluso llegando a restricciones en los hogares.
Sin embargo, la sequía suele ser algo habitual en nuestro clima mediterráneo, ya tuvimos otras hace décadas, y con el conocido cambio climático cada vez van a ser más repetidas e intensas. Y es que las sequías no se solucionan con medidas urgentes, sino con una gestión, prevención y una planificación hidrológica adecuada.
Ahora bien, ¿estamos preparados?. Las medidas que se tomaron en las pasadas sequías fueron la recuperación de infraestructuras como pozos de sequía, que consisten en la perforación y extracción de agua subterránea procedente de un acuífero, y la interconexión entre sistemas para solucionar problemas de suministro. En el año 2001 se elaboró un Plan Hidrológico Nacional que establecía las bases para una gestión planificada de sequías, medidas para garantizar la disponibilidad de agua para la población, mitigar impactos negativos en las actividades económicas y un sistema de indicadores hidrológicos para la declaración de situaciones de alerta y eventual sequía. Además hubo restricciones de agua en algunos hogares del sur y levante de España, y se inspeccionó el sistema de tuberías de transporte de agua de los embalses, que pasó de un 40% de fugas a un 10%, pero, ¿esto no se debería de haber revisado antes?.
Pues esto no parece ser suficiente cuando hay previsiones de una nueva sequía y entramos en pánico de nuevo. Más bien nos hemos centrado en la gestión de la crisis en vez de centrarnos en la gestión de riesgos. De la misma manera ocurre con los incendios forestales o la crisis económica.
En el mes de junio el Consejo de Ministros ha comunicado la aprobación de un Decreto de medidas urgentes para disminuir los efectos de la sequía en las cuencas más afectadas, se han cancelado los trasvases del Tajo al Segura y sus envíos de agua para la agricultura y consumo urbano. Además se ha pedido a la Unión Europea el anticipo del 70% de las ayudas para los sectores agrícolas y ganaderos afectados por la situación.
Sin embargo, los planes hidrológicos deberían de evaluar los recursos disponibles y hacer un seguimiento a lo largo del tiempo, y en base a los resultados obtenidos adaptar las demandas asegurando las reservas en periodos de vacas flacas, en vez de alimentar las demandas por encima de su capacidad poniendo en peligro nuestros embalses, ríos, acuíferos y humedales.
La construcción de desaladoras es otro tema de interés en este campo, vivimos en una península, rodeados de mar, y no lo estamos aprovechando debido a la falta de inversión económica y el despilfarro.
También los ciudadanos jugamos un papel muy importante, concienciandonos de la necesidad de una gestión consciente del agua sin desperdicios. Podemos colaborar haciendo un uso responsable con sencillos gestos, como acortar el tiempo de apertura de los grifos, instalar sistemas de ahorro en cisternas, duchas o grifos, revisar frecuentemente los sistemas de fugas de las tuberías del domicilio o utilizar sistemas de riego sostenible.
Casilda Nogales Solórzano
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